Por
  • Omar Fonollosa

Solo palabras

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Las palabras, compuestas de eternas ninfas –Salinas lo escribió– contra el gran mundo vacío, se han acostumbrado a ser ultrajadas, linchadas como criminales, vilipendiadas por sus semejantes, condenadas a construir un humilde hogar sin electricidad en la esquina más polvorienta del salón. 

¡Ah, pero qué importantes son las palabras, como algunas personas sabemos! Y qué hermosas todas: las dichas, con una efímera estela de sonido; las pensadas, clandestinas igual que tigres enjaulados; las escritas, con su leve soberbia de eternidad impresa. Por supuesto las leídas, con su capacidad de despertar el lenguaje igual que a un dragón dormido en un palacio, o de permanecer en un silencio sabio y paciente hasta ser leídas. Cómo cambian las palabras nuestra vida. Qué extraño sería no saber qué nos rodea, la realidad sin nombre nos reduciría, lo mismo que en los sueños nos encogemos ante el gigante desconocido que nos vence. Qué distinto sería no poder nombrar, de ningún modo, lo que queremos que nos alcancen, o distinguir si la herida escuece como un demonio hambriento o duele como si fuera a brotar de ella una flor de espinas. Mudos y huérfanos de lenguaje vagaríamos por un mundo que no se llamaría mundo. La libertad existe porque existen las palabras. Acaso la verdadera libertad –a Machado invoco– no es poder decir lo que se piensa, sino poder pensar lo que se dice, en constante monólogo con uno mismo, en constante conversación con el resto.

No discutiré con quien no las tenga en cuenta. Incluso le daré la razón, pues qué son sino todo lo que tenemos, lo que nos hace humanos. Solo palabras.

Omar Fonollosa es poeta

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