Por
  • Eva Pérez Sorribes

Yaneth y Jair

Un grupo de inmigrantes ayer en Arizona, después de cruzar a Estados Unidos.
Un grupo de inmigrantes.
Efe

Hay historias que merecen ser contadas. Como la de Yaneth y Jair. Llegaron a España, desde Colombia, huyendo ella de un maltrato y él buscando una vida mejor.

Pasaron hambre y durmieron al raso hasta que les acogió la Hermandad del Refugio en Zaragoza, y ahora mientras tramitan sus permisos de asilo y cuaja esa segunda oportunidad que a veces te brinda el destino, han montado un equipo para hacer deporte en Parque Goya. Tres veces a la semana acuden migrantes como ellos, en tránsito de trámites interminables y desesperantes, y combaten la ansiedad y la depresión a golpe de carrera, abdominal y flexión en pleno parque. La historia, que nos contó David Marqueta en Radio Zaragoza, coincidió la semana pasada con otro duro relato, el de la Unión Europea dividida y tensionada para acordar un pacto migratorio que restringe la entrada de extranjeros en el continente, mientras en Aragón adolecemos de falta de mano de obra en muchos trabajos y nuestro vicepresidente se empeña en relacionar inmigración y delincuencia.

Está claro que no damos con la tecla para abordar con justicia este fenómeno. Ni la visión economicista –sólo porque los necesitamos– ni la buenista –sin orden ni concierto– ni la que criminaliza –que desgraciadamente está calando– tienen en cuenta lo fundamental, el drama humano de origen que para cualquiera sería dejar tierra, casa y familia. Por eso conviene escuchar historias como la de Yaneth y Jair, y al menos hacer un ejercicio que para la mayoría resulta más duro que una tabla de abdominales, el de empatizar.

Eva Pérez Sorribes es directora de contenidos de Radio Zaragoza (Cadena Ser)

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