Por
  • Jaime Armengol

Horas frío

Horas frío
Horas frío
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El número de horas frío es el cómputo que evalúa cuánto tiempo ha permanecido un árbol por debajo de una determinada temperatura. Cada especie necesita un número de horas frío para una buena producción. En los frutales, el umbral se sitúa en los 7 °C. 

Si el ejemplar no reposa suficiente tiempo por debajo de esa temperatura mostrará un desarrollo primaveral raído: sus yemas serán débiles, su floración escuálida, engañosa, y a la postre sus frutos apenas prosperarán. Pobre cosecha, por más empeño que deposite el agricultor.

El cerezo, ahora que amanece en flor, es muy sensible como casi todas las frutas de hueso a inviernos suaves, primaveras prematuras, heladas fuera de tiempo y otras adversidades meteorológicas. Hay variedades a las que es suficiente con 300 horas de frío, como algunas en el Levante. Otras, normalmente obtenidas por cruces de variedades canadienses o alemanas, son mucho más tardías y sus plantones pueden necesitar tres veces más frío, hasta 1.000 horas por debajo de los 7 °C. A las especies más comunes les basta con 600.

Es muy recomendable planificar en abril un paseo por los campos de cerezos, al modo ‘hanami’ japonés. Este año están preciosos, son un regalo para los sentidos. Y lo están por el buen trabajo del podador y por las horas de frío. En noviembre pasado esos árboles decidieron parar, recomponerse, soltar sus hojas ya inertes y prepararse para la próxima cosecha, que este año se presenta aceptable si ningún fenómeno fuera de hora lo impide.

Al igual que los árboles necesitan un determinado número de horas frío para dar fruto, así la política española necesitaría bajar también la temperatura del enfrentamiento, al menos durante algún tiempo, para producir resultados provechosos para la ciudadanía

Particularmente, sería interesante dar ese paseo ‘hanami’ con los líderes de los dos partidos de gobierno españoles. Invitarles a inspirarse en la naturaleza, y hablar de las horas frío que necesita la política y que solo ellos pueden propiciar. Llevamos un año achicharrados… ¿cómo vamos a tener frutos aceptables, si la temperatura no ha bajado ni un grado desde las elecciones autonómicas y locales de mayo de 2023? Más al contrario, el adelanto electoral decretado por el presidente del Gobierno no hizo más que elevarla, con la consecuencia de un resultado endiablado en julio. Un resultado y unos pactos posteriores que colapsaron un mínimo entendimiento, y cualquier progreso real. Y ahí nos hemos quedado, sin pegar ojo, en la noche tropical de la política, sin bajar de los 25 o 30 grados, con Sánchez dándole al fuelle y Feijóo sin bajarse del burro. Tan alta está la temperatura que ya se ha socarrado hasta Yolanda Díaz, que parecía aislada de todo y de todos con su recubrimiento intumescente.

En ese devenir entre flores y aromas, alejados de la tramoya de la política, podrían buscar PSOE y PP un reencuentro con la naturaleza, como símbolo de equilibrio. Apercibirse de las horas de frío que necesitan para volver a hacer política de verdad, a dar frutos, a reencontrarse con los ciudadanos, a reiniciar un ciclo provechoso. Y sobre todo, entenderían que para rebajar la temperatura hay que comenzar un invierno sin tanta vocinglería, sin Otegis ni Puigdemones y con un pacto claro anticorrupción.

Demasiada ambición supongo… Ahora votan vascos y catalanes, y luego llegarán las europeas, y luego… Entre vigas y pajas en ojos propios y ajenos eso es lo único que importa. Qué triste sensación, pensar que ese paseo entre belleza y equilibrio natural con nuestros líderes políticos apenas serviría para caernos del guindo, que no cerezo...

Jaime Armengol es periodista

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