De Zaragoza y sus ‘culturas’

De Zaragoza y sus ‘culturas’
De Zaragoza y sus ‘culturas’
Lola García

Zaragoza usa un atractivo y pegadizo lema que pone el énfasis en su antigüedad y en lo variado de su historia: Zaragoza, la ciudad de las cuatro culturas.

Probablemente se popularizó en 1963. En aquel año, el Concejo designó pregonero de las fiestas del Pilar a Antonio Beltrán. Mejor dicho, le encargó redactar el pregón festivo, puesto que existía un pregonero oficial, que lo fue muchos años: Ignacio Moreno Bregante, hombre vigoroso y apuesto, con voz bien timbrada y dotes actorales. Ataviado a la usanza de los antiguos heraldos y montado a caballo, recorría la ciudad, leyendo en varios lugares céntricos el pregón oficial. Beltrán introdujo allí esta frase, que puede tomarse por creación suya, y explicó brevemente a qué culturas se refería: la ibérica, la romana, la musulmana y la cristiana. La idea cayó bien y aún la emplean algunos cuando quieren darse pisto cultural.

Podría ensancharse la divisa por adición de dos términos más: el referido a la cultura de los godos y, con mayor motivo aún, el judaísmo.

Godos

Muchos conocen datos sueltos sobre estas dos presencias zaragozanas, pero los hábitos mentales mandan en nosotros, de forma que, aun a sabiendas de que el sabio Braulio, fiel discípulo de Isidoro de Sevilla, era obispo de Zaragoza, se repara poco en que fue todo un personaje precisamente en el reino godo de Hispania. Este hombre tan interesante, y tan neciamente tratado en los últimos años por la universidad de la que es precedente, no tiene, por cierto, nombre latino.

Asesoró a los reyes, que le consultaban problemas de envergadura, y formó a discípulos famosos e importantes. Uno de ellos viajó a Roma en busca de libros olvidados. Otro rigió la diócesis de Toledo, la más relevante de todo el reino. Zaragoza acuñó incluso moneda de oro para aquella monarquía y en ella fue proclamado rey Sisenando, uno de los que se estudiaban en la famosa lista escolar que ya nadie conoce (y que era un gran ejercicio de memoria). La primera biblioteca documentada (sin duda hubo otras antes, pero no constan) fue, además, sede de una escuela de estudiosos y copistas, vitales antes del nacimiento del libro impreso. Todo eso sucedió en ese tiempo godo, hoy tan olvidado.

Y también es de esa época el episodio apenas mencionado de la Zaragoza arriana, con obispo hereje incluido. Cuando todo regresó al orden canónico del catolicismo, se discutió mucho qué hacer con él y con las personas y cosas que había consagrado.

A Zaragoza le cuadran mejor seis culturas que las cuatro que se le atribuyen, pues no debe excluirse a los semitas judíos ni a los germánicos godos, que largamente la habitaron

Judíos

Los judíos –sin contar con la tradición de Santiago apóstol– vivieron seguramente en César Augusta desde muy pronto. Nativos o inmigrantes, sus noticias precisas aparecen con relativa abundancia en el periodo musulmán. Los visigodos (Braulio, en alto grado) repudiaron al que, hasta muy entrado el siglo XX, fue llamado ‘pueblo deicida’ en la liturgia católica, con olvido de que el fundador del cristianismo, sus padres y sus discípulos fueron judíos. Marcaron la historia de la ciudad. Inmigrados o vernáculos, la adornaron Ibn Yanáh e Ibn Gabirol, Ibn Hasday, Menahem Fawal, el grupo poético ‘Círculo de Zaragoza’ y el universal Bahyá Ibn Paquda, cuyos textos se siguen recitando en el siglo XXI.

Zaragoza es, pues, ciudad de al menos seis culturas y cinco religiones, pues los pobladores de la primitiva Salduie (siglos después rebautizada Salduba, por error) tuvieron la suya. Los romanos trajeron la que los cristianos (romanos incluidos) llamarían pagana. El islam dejó fuerte impronta y el judaísmo –que no es solo una religión– se practicó durante milenio y medio: es verosímil que llegase pronto, en el tiempo cosmopolita del Imperio de Roma.

Zaragoza de Aragón

Creada en honor de Augusto, primer emperador romano: citada en la Canción de Roldán, el poema épico más fértil de la cultura europea; cercada inútilmente por reyes francos en el siglo VI; anhelada por Carlomagno, que estuvo ante sus murallas sin fuerza para vencerlas; revestida por Cervantes como Sansueña, "en poder de moros" y como acreditada sede de justas caballerescas; codiciada y detestada por Bonaparte; cantada por lord Byron en estrofas tan arrebatadas como las del alemán Von Kleist; y mencionada por Tolstói en una de las cumbres de la literatura universal, algo tendrá la capital de Aragón.

Estos versos llevan escritos medio milenio, por mano de un zaragozano anónimo que cantó bien lo que nítidamente percibía como esencia de su ciudad:

"Dios te salve, gran ciudad, / Zaragoza de Aragón (...) / Pues me he criado en tus senos, / si en otra cosa no vales / digo que eres bien de buenos, / amparo de los ajenos / y lustre de naturales".

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Guillermo Fatás en HERALDO)

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