Sociedad intoxicada
Hay libros necesarios. Están hechos para despertar conciencias. Llegan como ventanas de luz, iluminando una porción de la vida cotidiana. Hacen pensar y algo más. Mueven a cambiar las inercias tanto individuales como colectivas instaladas acríticamente en nuestras rutinas.
Esa es una gran virtud, difícil de encontrar. Tendemos a dar por válido lo que hemos internalizado a base de repetir y repetir, hasta instituir y legitimar hábitos sociales. Vivimos siguiendo el surco. No es fácil encontrar aportaciones que, en el mejor sentido de la palabra, desquicien lo establecido.
Hay obras que sirven para desnudar lógicas de sumisión y adocenamiento, como la que acaba de publicar Joan-Ramon Laporte (Barcelona, 1948): ‘Crónica de una sociedad intoxicada’. Ediciones Península lo presenta como "un libro divulgativo que ahonda en nuestra relación con los fármacos y que aboga por acabar con el consumo acrítico que hacemos con ellos". Por el título pareciera que viene escrito de la mano de un científico social dispuesto a desentrañar los mecanismos del mercado contemporáneo en el ámbito de la salud.
El análisis de esta ‘sociedad intoxicada’ nace desde la perspectiva de uno de los expertos más importantes en este campo, catedrático de Terapéutica y Farmacología clínica en la Universidad Autónoma de Barcelona y jefe del servicio de Farmacología clínica del hospital Valle de Hebrón de Barcelona. Su currículo es impresionante. Me encantaría conversar con él para preguntarle algunas dudas e inquietudes que surgen al recorrer los veintitrés epígrafes y la introducción de su libro. Comienza con la revisión de "los inicios de la terapéutica moderna" y concluye con "los medicamentos en el sistema sanitario". En medio hay perlas excelentes, con datos y reflexiones para revisar las prácticas a la hora de atender la salud, pero también apuntes para cambiar los procedimientos del sistema sanitario. Es evidente que estamos "sobremedicados y polimedicados", "dopados" y con "el mito del colesterol" sobrevolando por doquier.
Padecemos una epidemia. En buena medida, está alimentada por las empresas proveedoras de ‘salud’, incluidas farmacéuticas, tecnológicas y prestatarias de servicios. Laporte muestra cinco elementos sistémicos que contribuyen a ello: 1.- El sistema de patentes de la Organización Mundial del Comercio; 2.- la investigación clínica falazmente controlada; 3.- los estándares para la comercialización de nuevos fármacos; 4.- patentes que pesan más que los pacientes en la salud pública; 5.- sistemas públicos que han renunciado a ser creadores de conocimiento y "compran humo a precio de oro". Sobre estos pilares despliega los datos y su argumentación. En la introducción explica las tres partes del libro. En la primera, las bases de los medicamentos que consumimos. En la segunda, "describe la magnitud y las características del consumo de fármacos". En la tercera, los hitos de un proceso que no ha sido casual del mercado mundial de medicamentos.
Este libro es un baño de realidad: "en España tres de cada diez personas toman pastillas para dormir o para la depresión; tres, omeprazol; y dos, para el colesterol. Solo en 2022, los médicos españoles expidieron más de mil millones de recetas. En los países ricos el consumo de medicamentos aumenta sin cesar y, sin embargo, no parece que mejore la salud de la ciudadanía. Al contrario: decenas de estudios muestran que más de la mitad de los fármacos son recetados de manera innecesaria y que los medicamentos de uso más común son una de las principales causas de enfermedad, incapacidad y muerte". Mucho por hacer.
Chaime Marcuello Servós es profesor de la Universidad de Zaragoza
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