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  • Genoveva Crespo / Encarna Samitier

El hilo de Rafael

Rafael Bardají, en una imagen de archivo
Rafael Bardají, en una imagen de archivo
Archivo Heraldo

Cómo que un hilo, lo que usted tiene es un carrete”, le espetó Alfonso Guerra, entonces todopoderoso vicepresidente del Gobierno, a Rafael Bardají en una rueda de prensa en la que preguntaba, irreductible, “al hilo de…”, sobre los asuntos candentes del momento.

Y es que sí, nuestro Rafael, fallecido este lunes desgraciadamente demasiado pronto, tenía siempre un carrete de preguntas. Tantas como afanes con un mismo denominador común: el periodismo y Aragón. Tuvimos la suerte de compartir con él en la redacción de Heraldo dos décadas de periodismo intenso, desde la que vivimos el crecimiento de la autonomía y la defensa de causas que llevaban dentro el futuro de los aragoneses, fueran el agua, el derecho, el patrimonio, la energía o la batalla contra cualquier tipo de discriminación o desigualdad.

Rafael, ya se ha dicho, llegó al Periodismo desde su Graus natal, donde creció a la sombra de la estatua de Costa, a quien luego dedicaría uno de sus libros, “Costa y la prensa, una turbulenta y apasionada relación”. Desde luego, en el segundo calificativo sería trasunto suyo: la pasión por la profesión. Desde que empezó en Radio Huesca, a la vez que se entregaba a recuperar 'El Ribagorzano' que fundara el León de Graus como bandera y seña de identidad de un territorio especialmente castigado. Como siguió aplicando en 'Aragón Express', su primera redacción en Zaragoza, hasta llegar en 1982 a Heraldo de Aragón, en cuya redacción vivió 20 años y se convirtió en el periodista carismático al que tanto hemos querido.

Rafael Bardají era un periodista que creía en su trabajo y defendía sus posiciones costara lo que costara. No era, por tanto, un periodista cómodo, fuera ante las grandes causas de Aragón o ante las pequeñas: si las consideraba merecedoras de atención, allí estaba su apoyo.

"Rafael Bardají era un periodista que creía en su trabajo y defendía sus posiciones costara lo que costara. No era, por tanto, un periodista cómodo"

Así, de sus años de Heraldo, como decían los que nos precedieron en la Redacción, habla por sí misma la hemeroteca. Ahí está su firma contra el trasvase, a favor de la autonomía plena o con su rechazo al expolio de nuestros recursos naturales, que él sufrió de cerca en el Pirineo. O su desafección ante la moción de censura que cambió el Gobierno de Aragón en 1993.

Eran tiempos de reivindicación y también de avances, que Rafael vivía igualmente con entusiasmo. También con sus singularidades, como su francofilia, fuera en lo profesional, trabando relaciones con los periódicos del Sur de Francia, o en lo personal, recordando con su proverbial picardía los veranos adolescentes de ríos y francesas.

Tras la redacción de Heraldo, conocieron su pasión otros empeños, como los primeros pasos de la televisión en Aragón o la puesta en marcha del Grado de Periodismo de la Universidad de Zaragoza, en la que luchó por una mayor presencia de periodistas como docentes para equilibrar el academicismo de las Humanidades.

También, la dinamización cultural, con Costa o con la imprenta como ejes. Atesoró él mismo una colección de máquinas de artes gráficas que alguien debería recuperar y exhibir en su nombre. La gran labor patrimonial y pedagógica que realizó sobre ese tiempo anterior es un loable y generoso esfuerzo que no debería quedar en vano.

Con la misma pasión ha vivido en paralelo, a lo largo de tres décadas, la ejemplar recuperación familiar de una de las grandes casas torreadas del Alto Aragón, Casa Mur de A Luján, un trabajo de años, hoy convertido en un gran exponente del mejor turismo rural, donde Rafael disfrutaba de la relación que establecía con viajeros de todo mundo. Esa misión la estaba completando escribiendo las historias de las mujeres de las casas de La Fueva que procedían de Muro de Roda, uno de tantos enclaves deshabitados del Pirineo aragonés, a cuyos pies se asienta Casa Mur. Rafa, periodista siempre, quería dejar testimonio de una vida en extinción, en un libro que todos esperamos vea la luz. En los últimos cafés compartidos para ganar horas al destino, no daba crédito a que, en el siglo XXI, él que vio vaciarse el Pirineo de gentes mientras los pantanos anegaban sus tierras, hubiera que manifestarse contra el parque fotovoltaico proyectado sobre La Fueva, en las inmediaciones de su casa.

"Rafael cubrió excepcionalmente la tarea de mantenerla con vida, en un hilo muy difícil de romper, el hilo de Rafael, que siempre tenía preguntas que plantear y causas que defender"

Se ha ido, pues, un gran periodista. El zaragozano Rafael Mainar escribió en 1906 en 'El arte del periodista' que está profesión se acabará "cuando no haya adelantos que propagar, injusticias que denunciar, débiles a quienes amparar, fuertes a los que contener, entuertos que enderezar, aspiraciones que defender, teorías que discutir, verdades que investigar, leyes que combatir y hombres que mejorar". Rafael cubrió excepcionalmente la tarea de mantenerla con vida, en un hilo muy difícil de romper, el hilo de Rafael, que siempre tenía preguntas que plantear y causas que defender.

Pero, sobre todo, se ha ido una excelente persona, un amigo al que echaremos mucho de menos. Un vacío que trataremos de llenar chapurreando un poco de francés, visitando A Lujan y acompañando a su familia, a su querida Paz y a sus hijas Cecilia y Teresa. Querido Rafael, descansa en paz.

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