Hablar y no mojarse
Estamos destinados a mentir varias veces al día. Hay quien lo hace con gusto y a discreción; otros, más discretos, llevamos peor el asunto y cada trola, incluyendo las piadosas, nos cuestan un pequeño disgusto... pero las soltamos. Desconfío de los que presumen de ser siempre sinceros: suelen ser también gente maleducada. Y no puedo evitar sentir simpatía, empatía y otras ‘patías’ por quienes esquivan la brusquedad de esa sinceridad no pedida (gracias, una vez más, Carlos Areces & Aníbal Gómez) y tampoco se solazan en la mentira. Se llama escaquearse con estilo.
Seguro que les suena –o la han usado– la frase "esto es como todo", ambigüedad ladina que hace de cambio de agujas argumental. Se trata de soltarla, callar y hacer algún gesto: cabecear, morderse el labio inferior, alzar las cejas... la persona que hablaba justo antes siente alivio al oírla, una especie de complicidad seguida de incógnita (¿eso es como todo?) que probablemente no verbalizará por miedo a ser malinterpretada o tensar innecesariamente el debate. El ‘estoescomotodista’ se ha mojado, pero no.
En la valoración del esfuerzo creativo, los famosos Buenafuente y Berto van un poco más allá. Me contaba mi colega Santi el otro día que estos dos ‘terrat e nientes’ –tontada mía que juega con el nombre de la productora y el poco miedo que parecen tener a la vida: perdón– sí sufrían a veces cuando les tocaba responder a la pregunta "¿qué te ha parecido?" en un estreno decepcionante. Su escapada recurrente del lío es magistral. "Qué cabrón, lo has vuelto a hacer", dicen. El riesgo de pensar mal queda del otro lado.
Qué cabrones, ¿no?
Así que ya sabe usted: si ha escrito un libro, grabado un disco o estrenado una colección de moda y alguien le dice eso, tuerza el morro y dígale que lleva perejil en un diente, para repartir la vergüenza.
