Por
  • Octavio Gómez Milián

Ruedas de molino

Pedro Sánchez, este sábado en Bilbao.
Pedro Sánchez
EP

El presidente quema su biografía con gasolina y consigue que las páginas sobrevivan y el queroseno se evapore, dejando un reguero de aplausos y ovaciones, la entrega generosa de medios afines y acólitos. 

Tenemos amnistía, granítica semántica de contenido nauseabundo y continente trazado a partir de circunvalaciones con centro en la desigualdad efectiva entre españoles. Un compás de violencia y desdén que amplía su círculo, como un espagat soviético, para acoger a los estraperlistas pujolianos y los terroristas de incidencia menor. Aquellas manifestaciones de catalanes, con la bandera española y la satisfacción de estar en el lado correcto. Y usted, presidente, con su desfachatez, en esta película que no admite grises, los ha convertido en los malos. Usted, presidente, si nos dijera que lo hace por perpetuarse en el poder a toda costa, resultaría igual de impúdico, pero, al menos, no nos sentiríamos insultados en nuestra inteligencia. Su caradura es el clavo sobre el que gira la peonza nacional y nos obliga a contemplar el giro hasta que, hipnotizados o intoxicados, dejemos caer un reguero de saliva, atontados. Suelte, señora, no quiero mirar más. Con el pesado abalorio de una rueda de molino, como en una comunión laica, rodeados de sus monaguillos devotos, con un punto entre raelianos y seguidores del reverendo Jones, escuchamos a los golpistas riéndose, a la señora Noguera prometiendo que lo volverán a hacer. Mañana, cuando esta patria se convierta definitivamente en un concepto más topográfico que político, los paneles solares nos dejarán sin aceite de oliva. Espero que haya merecido la pena.

Octavio Gómez Milián es profesor de matemáticas y escritor

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