Padres e hijos

Padres e hijos
Padres e hijos
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Siempre he sentido añoranza de la fiesta de San José. Es verdad que, fuera o no laborable, he procurado disfrutarla haciéndola compatible con el desempeño profesional cuando me ha tocado; y he encontrado el cariño familiar de ser padre, al principio como una excusa comercial, más tarde sintiendo un protagonismo que consolidó el paso de los años. 

Señal en el calendario por el que ha ido aumentando mi aprecio conforme adquiría veteranía; y que ahora valoro con afecto singular.

Cada 19 de marzo tiene el encanto de ese recuerdo hacia mi padre; con el deje de una nostalgia que apenas apacigua el paso de los años. Hace ya algunos que lo siento muy cerca, aun echándole de menos.

Y vuelve a mi cabeza el encanto de los ratos a su lado, de su atención por el pequeño detalle cuando era un niño y las conversaciones más profundas conforme fue pasando el tiempo. Consejos y reflexiones a los que hoy recurro, intentando actualizar sus puntos de vista para abordar con su sentido común mis deambulares de cada día. Que se sostienen en su ejemplo.

Cada primera vez deja una marca. Un sello que encuentra acomodo en el alma y al que se recurre también como experiencia. Recupero aquel primer día del Padre sin el mío con el recuerdo de sentirme agasajado por mi compañía y criaturas con un cariño admirable –que creo que no merezco, aunque prefiera no reconocerlo- y una celebración tan especial como siempre… aunque en realidad no lo fuera.

El paso de los años amortigua los pesares y consolida los posos de la memoria para hacernos sonreír recuperando vivencias ya viejas, que contribuyen a asentar y consolidar los sentimientos. Aunque también alrededor pasa la vida y desde muy cerca hay quien se estrena en conmemorar la festividad de San José volviendo el rostro hacia el Cielo. Como yo he tenido que acostumbrarme a hacerlo.

No son precisas las excusas para acercar al corazón a un padre. En la cabeza se arremolinan mil momentos que no cuesta actualizar. Aunque hay días en que uno echa de menos haber sabido apreciar un poco más el valor de su compañía.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Miguel Gay en HERALDO)

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