La vocación

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San José, el día del padre, ya no lo celebramos como antes. Para mi hermano, que se llama José, es un día de trabajo como otro cualquiera. Vamos superando las nostalgias. Me entero de que hoy también es el día del Seminario. Dicen que no llegan a mil los seminaristas en toda España. 

Me acuerdo de algunos amigos que pasaron por un seminario en sus años escolares. Ninguno de ellos tenía vocación para el sacerdocio y alguno, incluso, se volvió totalmente anticlerical. Decían entonces que había tres profesiones que eran vocacionales: médico, maestro y cura. Si no tenías vocación, era mejor que te dedicaras a otra cosa. La palabra vocación proviene del latín ‘vocatio’, llamamiento. María Moliner habla de la vocación religiosa y de la artística. Y dice que errar la vocación es elegir una profesión para la que no se tienen aptitudes. Mi madre, que tenía vocación de jueza, se vio casi obligada a estudiar Farmacia, y nunca se ha arrepentido de sus muchos años de boticaria. Mi hermano estudió Cocina un poco siguiendo mi consejo. La vocación, a veces, se encuentra por el camino. Quienes nunca hemos tenido una vocación clara, que hemos sido un poco veletas, hemos dado muchos tumbos en nuestro andar por la vida. Mi vocación de escritora fue tardía y más producto del azar que de mi voluntad. El azar me sonrió y luego siguió su camino. Mi supuesta vocación, a estas alturas, sigue siendo algo dudosa. Desde mi ventana veo a un barrendero –que no lo será por vocación– trabajando con un brío admirable. Se diría que baila con su escoba. Hagamos lo que hagamos, con vocación o sin ella, quizás se trata de hacerlo así, como si fuera lo más importante del mundo.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Cristina Grande en HERALDO)

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