Redactor jefe de Organización y Cierre de HERALDO DE ARAGÓN

Alegría, por fin agua

El nivel de agua embalsada en el pantano del Arquillo se ha disparado desde el 13% hasta el 52.5%.
El nivel de agua embalsada en el pantano del Arquillo
Javier Escriche

La campaña de riego en la cuenca del Ebro acaba de comenzar con pedidos libres de agua por parte de los agricultores gracias a las generosas precipitaciones que han dejado este invierno las sucesivas borrascas. 

Más allá de anhelos y quimeras nacidos de la imperiosa necesidad de saciar la sed del campo, hace medio año pocos podían sospecharlo, después de dos campañas con severas restricciones a causa de la sequía que hacían presagiar otra amarga temporada. Así que la alegría debería ser desbordante y todos deberíamos compartirla, porque como consecuencia de este impagable regalo de la meteorología, la margen izquierda del río Ebro presenta esta semana niveles óptimos, con un 70% de agua embalsada que inicialmente permite garantizar caudales de uso agrícola suficientes sin más limitaciones que las de la propia gestión que aplican las comunidades a sus respectivos regantes.

La situación, lamentablemente, no es la misma en la margen derecha, al 51% y por debajo del promedio de los últimos cinco años, lo que vuelve a revelar la inestabilidad de los meteoros que la naturaleza tiene a bien dispensar caprichosamente y la importancia de disponer de infraestructuras que permitan gestionar el agua, nuestro principal y más universal motor productivo. La capacidad de impulsar la industria, atraer multinacionales y explotar el poder logístico dependen también de este elemento vital. Una sociedad responsable está obligada a tratar el agua con mimo y sin derroches y a distribuirla con escrupulosa equidad.

El almacenamiento de nieve en las cumbres pirenaicas, también registra niveles elevados. La cuenca del río Aragón, por ejemplo, ha pasado de 28 a 226 hectómetros cúbicos equivalentes. La del Gállego, de 60 a 115 hm3; la del Ara, de 46 a 97, la del Cinca, de 98 a 163, y la del Ésera, de 65 a 130.

Pero como todo tiene su envés, nos encontramos esta semana ante una de las asechanzas más peligrosas que puede deparar la nieve en las montañas: el riesgo de aludes. Hay grandes espesores y suben las temperaturas, una combinación oportunista para las peores avalanchas. Si suben allá arriba, cuidado. 

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Mariano Gállego en HERALDO)

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