Por
  • Juan Antonio Frago

¿Fue descubrimiento el de América?

¿Fue descubrimiento el de América?
¿Fue descubrimiento el de América?
Heraldo

Con el admirativo "¡Parece sueño el ‘descubrimiento’ de América!" comenzaba su ‘Geographía de América’ (1752) el jesuita Murillo Velarde. 

En 1524 con conocimiento de causa el humanista cordobés Hernán Pérez de Oliva advirtió que "antes ocupábamos el fin del mundo y ahora en medio, con mudanza de fortuna que nunca otra se vido", y con semejante argumento razonaba en 1560 el sevillano Tomás de Mercado que "soliendo antes Andalucía y Lusitania ser el extremo y fin de la tierra, ‘descubiertas’ las Indias, es ya como medio". En la relación de su primer viaje transatlántico, la víspera de su feliz término Colón anotaba que "la carabela Pinta… ‘halló’ tierra", y Nebrija en su ‘Civilis iuris lexicon’ (1506) definiría ‘guanín’, oro antillano de baja ley, como el traído de las Antillas recientemente descubiertas ("ex insulis nuper repertis"). El Congreso conmemorativo de 1892 apelaba al apropiado término, que, sin embargo, no aparece en las actas del celebrado cien años después en Sevilla. Se pretendía ya rebajar el esencial sentido de un hito histórico de protagonismo español, que a todo el mundo tanto ha beneficiado, dándole el nombre de ‘encuentro’, lo mismo que ya se quería orillar el de ‘reconquista’, como si la mezquita de Córdoba no se hubiera erigido sobre una basílica hispano-visigótica.

Se pretende a veces rebajar el esencial sentido del hito del descubrimiento

El arribo de los españoles al Nuevo Mundo haría visible América a sus naturales, hasta entonces para ellos fragmentada por las inmensas distancias y el complejo mosaico de sus innumerables lenguas. En el imperio incaico nada se sabía del azteca, y el cronista quechua Huamán Poma de Ayala en su ‘Nueva corónica y buen gobierno’ (1610) ignoraba la existencia del Paraguay. Pero el castellano sería imprescindible para que Benito Juárez y Porfirio Díaz, de sangre india, fueran presidentes del México independiente, donde en 1803 registraba Humboldt un 41% de indígenas, un 39% de raza mezclada y el 19% de blancos; en 1877 no hablaba español un 39% de la población mexicana; el 13% en 1910, cuando aún quedaban más de cien lenguas amerindias, solo en esta parte de América. A ver si el señor Urtasun, ministro de Cultura, se entera.

Gabriela Mistral coincidía con Unamuno en la idea de que el descubridor de América fue la lengua española, con el resultado del hermanamiento entre americanos

Gabriela Mistral coincidía con Unamuno en que "el conquistador de la América fue la lengua", con resultado del hermanamiento entre americanos, "la maravilla de la semejanza, el toque de gracia sobre esos veinte pueblos", pero con afirmación de su "criollismo verbal", sin el que no entendería la conversación "de un peón de riego, de un vendedor, de un marinero y de cien oficios más". Una diversidad, la inicial de todos los particularismos hispánicos originarios al Nuevo Mundo llegados en sucesivas levas migratorias, a la que se sumaban el préstamo portugués, el afroamericanismo del tráfico esclavista y la misma diversidad amerindia: ‘acal’-‘canoa’, ‘aguacate’-‘palta’, ‘batata’-‘camote’, ‘cacahuete’-‘maní’, ‘caimán’-‘yacaré’. El protagonismo evolutivo no tardaría en ser criollo, con incesante enriquecimiento lingüístico y en firme nexo de unión entre las dos orillas, lo que siempre ofrece novedades al investigador. Por ejemplo, el Diccionario de la Lengua Española (DLE) solo registra ‘agachaparse’ en Cuba, aunque también es de la República Dominicana, y ni este diccionario ni el de americanismos incluyen ‘jalapar’, del indigenismo ‘jalapa’, raíz empleada como purgante; no obstante, anoté el primer verbo como ‘agacharse’ y ‘doblarse las ramas por el peso de la fruta’, en Magallón, también ‘jalapar’ (amargar o ser áspera una comida).

Espléndido telar léxico, pues, el de la herencia idiomática que a Pablo Neruda conmovió en su ‘Confieso que he vivido’: "¡Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos…! Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra… Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes…, el idioma. Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras".

Juan Antonio Frago es catedrático emérito de Historia de la lengua española de la Universidad de Zaragoza y académico correspondiente de la RAE

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