Relato en busca de género

El exministro José Luis Ábalos, antes de la rueda de prensa que ha ofrecido este martes en el Congreso ESPAÑA CASO KOLDO
El exministro José Luis Ábalos.
Fernando Villar

Se habla mucho del relato pero se olvida la importancia del género. José Luis Ábalos, que protagoniza sin discusión la narrativa de la actualidad, llegó demasiado tarde a la épica, cuando las circunstancias habían sobrepasado el relato. 

"Me enfrento a todo el poder político, de un lado y de otro, y estoy solo", proclamó esta semana, ungiéndose como héroe accidental. La crónica desde Madrid de este periódico decía al día siguiente: "ahora luchará cual Quijote por su honor". Y, ciertamente, don Alonso Quijano es el más insigne personaje literario de entre los extemporáneos, ya que se embarcó en andanzas caballerescas cuando aquello ya se antojaba patético. Ábalos optó por la épica con un resultado similar. Pero mientras en el Quijote aquello respondía a una virtuosa enajenación, en el exministro socialista no era más que un forzado intento de huida.

Hay una clara distorsión en el ingenuo trabalenguas del desvalimiento de Ábalos, el hombre caído en dos tiempos, ahora sin avales –incluso acaban de negarle uno bancario, según ha confesado– y antiguo valido mayor del reino de Sánchez. Puede que sea injusto pero ni su aspecto, a lo Viktor Ilipovich Komarovsky, el villano de la película ‘Doctor Zhivago’, ni su voz admiten una fácil transformación del papel que ha venido desempeñando. Sus reflexiones públicas sobre la ética, la justicia y las varas de medir suenan inevitablemente fingidas. Y su resistencia, que pone ahora en práctica ante su mentor y gurú de todas las resistencias, no le libra de haberse convertido en ese apestado político que dice querer evitar ser. Ábalos ya es ‘esa persona de la que usted me habla’, como lo fue Bárcenas para Rajoy, aunque en aquel caso fuera muy distinto el nivel de relación y responsabilidad pública.

Más allá de la infausta épica de Ábalos, el problema de quien elige resistir es que necesita de tiempo, un tiempo amargo e incómodo que también es capaz de alterarlo todo. Añadiendo tiempo incluso hasta la más chabacana comedia, como género, se puede transmutar en tragedia, según la famosa frase de Woody Allen. Y eso es precisamente lo que hoy se cierne sobre Sánchez.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Alejandro E. Orús en HERALDO)

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