El horror gráfico es necesario

Los cuerpos de dos soldados rusos, con uniformes ucranianos, según las autoridades de Kiev
Los cuerpos de dos soldados rusos, con uniformes ucranianos, según las autoridades de Kiev
AFP

Cada equis tiempo me preguntan: ¿Vale la pena mostrar imágenes duras de guerras, hambrunas o pandemias? Hay quienes consideran que las imágenes explícitas de masacres insensibilizan al ciudadano. 

Otros creen que es una falta de respeto mostrar a los muertos porque atentan contra su intimidad. Algunos simplemente no quieren escenas escabrosas en sus vidas y, menos, cuando están desayunando, comiendo o cenando.

Cualquier debate sobre el uso de las imágenes es polémico. Buenos amigos, a los que respeto y con los que he trabajado en coberturas durísimas, son los responsables de filtrar las imágenes en las principales agencias de noticias y redacciones del mundo. A veces tienen que decidir qué se publica y que no. Otras veces se indignan porque no se publican imágenes necesarias y obligatorias.

Los medios de comunicación tienen la obligación de mostrar las imágenes del horror que provocan las guerras

Como le dije a un periodista que estaba haciendo un reportaje sobre cómo mostrar el dolor ajeno sin volvernos insensibles, "aunque parezca sorprendente, vemos menos imágenes de las que deberíamos sobre violencia en zonas de guerra. Si el ciudadano medio viera el 1% de la violencia que suponen los brutales bombardeos de Gaza y Ucrania tendría una digestión muy pesada".

Desde que empecé hace 40 años a ejercer el periodismo en zonas de guerra tengo claro que prefiero un exceso de imágenes que la censura generalizada, porque un conflicto armado sin imágenes (hay muchos) es más fácil de olvidar. Lo que insensibiliza es no tener imágenes sobre las guerras actuales de Yemen, Myanmar, Somalia, Burkina Faso, Mali.

Cercenar las imágenes que muestran las consecuencias de la barbarie es la peor censura y lastra la calidad informativa de una sociedad. Una sociedad inconsciente de lo que ocurre más allá de sus fronteras se vuelve menos empática con el dolor ajeno.

Lo terrible es que haya niños muertos, no las fotografías. Nuestro objetivo debería ser salvar la vida de los pequeños. Una vez asesinados lo importante es la denuncia y no precintar lo ocurrido con hipocresía o cinismo. Además, jamás un padre o una madre me han impedido fotografiar a su hijo muerto en ninguna guerra. Me han dicho muchas veces: "Muéstrelo al mundo para que sepa lo que ocurre".

Censurar esas fotografías supone esconder la realidad y hacer el juego a los criminales y a los estados y dirigentes que azuzan los conflictos armados

Lamento que se eternicen los debates sobre las fotografías y no sobre lo que estas reflejan. Es raro que en una conferencia no me pregunten mi opinión sobre la imagen de Kevin Carter en 1994 en Sudán en la que mostraba a un niño famélico y un buitre a su alrededor. ¿No sería más lógico preguntar por las causas de aquella hambruna? Cómo se puede criticar la publicación de una fotografía de niños muertos cuando un número importante de víctimas son infantiles e inocentes. Si un estado mata civiles, esconder los cadáveres es simplemente pactar con los asesinos. ¿No sería más lógico preguntar sobre la guerra como negocio y la implicación de gobiernos, empresas y bancos en la fabricación y la venta de armas violando nuestras propias leyes de control españolas y europeas?

Si comprobamos cómo han evolucionado las imágenes en la prensa estamos ante una flacidez intelectual: los lectores son tratados como niños. Como decía Ryszard Kapucinski, el periodismo, incluido el gráfico, debe ser siempre "indeseable, inoportuno y certero en su impertinencia".

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Gervasio Sánchez en HERALDO)

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