Por
  • Pablo Guerrero Vázquez

Manuel García-Pelayo

Manuel García-Pelayo
Manuel García-Pelayo
TC

Hace hoy 33 años que falleció en Caracas, aunque el paso del tiempo no borra ni su competencia profesional, ni su integridad moral, ni la coherencia que le llevó a aunar con inteligencia y prudencia compromiso ideológico y producción científica. 

Combatiente y preso republicano –desde los campos de Albatera y Porta-Colei, hasta las cárceles de Gandía y Madrid–, terminó por exiliarse a América en los primeros años cincuenta. Regresaría a España en 1979 para convertirse en el primer presidente del Tribunal Constitucional.

Bajo su mandato e influencia, el Tribunal edificó los pilares sobre los que se sigue asentando hoy con solidez el Estado constitucional: la fuerza normativa de la Constitución, la teoría general de los derechos fundamentales y alguna de las líneas maestras del sistema autonómico. Fue un jurista brillante, pero no fueron su pasión ni la técnica jurídica ni la ley escrita, al considerar que el Derecho debía abrirse a otras disciplinas, como la Historia o la política, para poder captar su verdadera dimensión. Y, por ello, navegó entre las aguas del Derecho Constitucional, la Filosofía del Derecho y la Sociología, hasta firmar una magnífica teoría de la Constitución.

Su vasta biblioteca estuvo albergada de forma individualizada, hasta hace poco tiempo, en una sala del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, en la que nos distraíamos entre clases quienes allí cursamos el máster de esta institución. Cuando hace unos días tuve noticia de la desaparición de esta estancia, no pude evitar sentir nostalgia –que he tratado de mitigar, sin conseguirlo, con estas líneas–. 

Pablo Guerrero Vázquez es profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Zaragoza

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