Por
  • Carlos Ferrer Benimeli

La agricultura y el paisaje culto

La agricultura y el paisaje culto
La agricultura y el paisaje culto
Pixabay

El paisaje es una percepción humana (cultural) del territorio que nos rodea en el cual se aprecian valores estéticos, intelectuales, espirituales y hasta morales. Algunos ingenuos hablan candorosamente de un supuesto paisaje ‘primigenio’, ‘virgen’ o ‘natural’.

¿Cuál? ¿El anterior al ‘Homo’, hace 2,5 millones de años? ¿El anterior a la utilización del fuego por los humanos, hace 800.000? ¿El anterior al ‘Homo sapiens’, hace 200.000 años? ¿El anterior a la actividad agraria, hace 11.000 años? En países de la cuenca mediterránea, como España, los paisajes sintetizan la relación del medio físico y biótico con la cultura, un resultado de milenios de sucesivos modelos culturales superpuestos, unos paisajes ‘cultos’, y se podría decir que no hay ni un sólo metro cuadrado ‘primigenio’. Culto, cultivo y cultura tienen la misma etimología. La actividad agraria ha ido alterando los paisajes, pero no necesariamente degradándolos.

No existen los paisajes vírgenes, el territorio que nos rodea ha sido modelado, que no necesariamente degradado, por la interacción de la naturaleza con las labores agrícolas

Según la Convención del Patrimonio Mundial de la Unesco, los ‘paisajes culturales o cultos’, "combinan el trabajo del hombre y de la naturaleza" en un mosaico biodiverso de bosques, matorrales, cultivos, etc., un ecosistema muy estable que reparte el riesgo ante perturbaciones extremas (sequías, incendios, etc.), pues el daño no es igual para todas las teselas del territorio. Al contrario, las grandes repoblaciones forestales constituyen un paisaje monótono, mucho más vulnerable en caso de incendio que un paisaje en mosaico.

Todo lo anterior no oculta que muchas acciones humanas sí conducen a casos de degradación del paisaje: incendios intencionados, talas masivas, urbanizaciones, autopistas, embalses, líneas de alta tensión, etc. Pero casi ninguna de estas acciones es achacable a los agricultores.

La leyenda de que una ardilla podía atravesar la península Ibérica de árbol en árbol sin tocar el suelo se atribuye a Estrabón, un geógrafo griego que no estuvo nunca en ella y que hablaba de oídas. En su época ya había en la península muchas áreas desarboladas, no sólo agrícolas sino también allí donde el clima u otras condiciones impiden el crecimiento de los árboles: por encima de los 2.100 metros de altitud; en mesetas con vientos fuertes; en climas muy calientes y secos; sobre suelos salinos, raquíticos o encharcados; en sitios con frecuentes desprendimientos de piedras o nieve... Así que la imagen de la ardilla, además de demagógica, es totalmente falsa.

Los agricultores son la primera especie a conservar si queremos proteger el medio ambiente

Actualmente al ecologismo le preocupa mucho la conservación de especies concretas (oso, lobo) pero en Ecología (como ciencia) tiene mucho más sentido la conservación de ecosistemas completos, lo que lleva implícita la de todas sus especies a título individual. Nuestros ecosistemas incluyen a los agricultores desde hace miles de años y ello implica que su conservación sólo puede y debe hacerse contando con ellos. Resulta penoso que, frente a las más elementales leyes de la Ecología, cuando se habla de proteger un espacio natural, por su belleza, lo primero que se les ocurre a algunos fanáticos es que se expulse del territorio a la especie que lo viene modelando y conservando desde hace cientos o miles de años.

Carlos Ferrer Benimeli es profesor jubilado del Departamento de Ciencias Agrarias y del Medio Natural de la Universidad de Zaragoza

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