Estamos con el sentimiento de culpa que los españoles debiéramos tener por descubrir otras tierras, conquistarlas –claro, no se exploran nuevas tierras sin conquistarlas, mal que nos pese–, apoderarse de sus riquezas y llevarlas a la metrópoli. 

Nos aconsejan que trabajemos nuestro sentimiento de culpa (según ellos, muy escaso), desde el presidente de México López Obrador hasta el libre de toda culpa, el presidente de Venezuela Nicolás Maduro, que aprendió bien la lección que le impartió ‘cum laude’ su antecesor, el inefable Hugo Chávez. Y otros.

Lo realmente grotesco es que la propia España haya asumido con regusto lo que se ha dicho siempre de nosotros, tanto desde los países preferentemente protestantes, como ahora desde los colonizados. Lo curioso es que haya permanecido tanto tiempo esta visión de nuestra historia. Y más curioso todavía es que la visión de los países colonizados haya sido la de las élites criollas, aunque últimamente también se ha extendido a otros mandatarios más indígenas. A saber, las mezcolanzas de la sangre. Porque tú hablas con un centro o sudamericano y enseguida notas una simpatía y un afecto que solo se tiene con los que son iguales que tú.

El sempiterno tema de la Leyenda Negra ha sido asumido desde hace tiempo por los propios españoles, pero ha sido ahora cuando se ha dado un paso más, llegando hasta el más extremo de los ridículos. Cuando el ministro de Cultura Ernest Urtasun –al parecer, no tiene otra cosa mejor que hacer– expresó a bombo y platillo que se hará un proceso de "revisión" para superar el "marco colonial" de los museos estatales, se interpretaba que pensaba descolonizar los museos en los que estuviesen depositadas piezas de las tierras americanas-españolas. Ya hemos llegado al culmen del masoquismo histórico del que España es el único exponente en el mundo.

El vocablo colonizar se puede entender con varias acepciones. La que les encanta a los antiespañoles que llevan estas cosas de la historia es sinónimo de conquista (por las armas naturalmente, como todas). Pero luego hubo mucho más. Ya en el siglo XVI estaba asentado que España era también América. Las indígenas amerindias españolas casaban con españoles de la península, en muchos casos, nobles de raigambre, que así transmitían sus títulos. España cuidó con esmero a la España del otro lado del Atlántico, y la jalonó con iglesias y universidades. Como dice María Elvira Roca, la colonización fue en esencia ciudades, caminos y hospitales. A ver qué otra colonización puede igualarnos.

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