Inteligencia artificial

Inteligencia artificial
Inteligencia artificial
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La inteligencia artificial es el progreso. Pero progreso ¿hacia dónde? A lo largo de la historia ha habido progresos con los que se les hacía la boca agua a muchos ingenuos de esos que van a donde va todo el mundo. 

Véase los dirigibles, que parecían el futuro de la aviación en la década de los pasados años treinta, hasta que el zeppelín alemán ‘Hindenburg’ se incendió al tomar tierra estadounidense, y cambió la dirección del progreso. Las trirremes y cuatrirremes de la Antigüedad tampoco progresaron.

Pues bien. Ahora, con la inteligencia artificial, a muchos se les cae la baba, porque no han pensado lo que puede venir después gracias a ella. Es difícil encontrar a un político tan sensato y valiente, ocupando además el cargo más elevado del planeta (aunque no el poder), como António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas. Este eximio político pronunció un memorable discurso, tanto por lo que dijo como por cómo lo dijo. Extractos lapidarios de ese discurso pronunciado hace no mucho en el Foro de la suiza ciudad romanche (aunque allí la mayoría hable alemán) de Davos: "Firmas tecnológicas que buscan beneficios con una temeraria indiferencia hacia los derechos humanos (…) Cada nueva mejora de la inteligencia artificial generativa incrementa el riesgo de graves consecuencias involuntarias". Y el portugués decía también que un desarrollo sin límites (de la inteligencia artificial) es una "amenaza existencial".

El auge de la inteligencia artificial nos ofrece la última encarnación, y quizás la definitiva, de la idea de progreso. Pero hay detrás demasiados intereses

Lo que se nos viene encima. No sabemos cuántos (de los que queden) serán capaces de soportarlo. Es que estamos cambiando aceleradamente, únicamente para satisfacer la infinita avaricia de los que mandan. La avaricia destructora, la que tan bien refleja el cineasta Erich von Stroheim en su película del mismo nombre. Película antigua, muda, pero eterna, y por tanto, actual. Esa codicia que se ha extendido a todas las capas sociales. Y que impide que disfrutemos con las cosas sencillas, con el afecto de nuestros semejantes. Esa inteligencia artificial que obligará al hombre a preguntarse ¿qué hago en el mundo?, ¿para qué? Pues las máquinas harán ya casi todo. ¿Estará preparada la mente humana a estar ociosos siempre?

Hemos hablado de las amenazas, porque es algo que el márquetin no nos cuenta. Pero bien controlada puede ser enormemente beneficiosa para el ser humano, llegando hasta unas metas que apenas podemos imaginar. Pero, eso sí, con unas líneas rojas éticas que el hombre no deberá traspasar. Poder pero no querer.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por José Luis Mateos en HERALDO)

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