La tropa y su líder

La bancada socialista aplaudiendo a Pedro Sánchez tras ser investido presidente en el Congreso
La tropa y su líder
Associated Press/LaPresse

La Historia puede contarse bastante bien a través de sus grandes personajes. De hecho, es una fórmula didáctica que se utiliza con frecuencia. La de España está, como pasa en gran parte de países, repleta de reyes, caudillos, prohombres y líderes de diversa condición.

Sus figuras históricas resultan más o menos luminosas o sombrías según el tamiz del tiempo y, claro está, según el intérprete de turno. Y a pesar de la idea que a veces trata de trasladarse, el balance de esa amplia nómina hispánica no difiere mucho del que puede hacerse en el resto de las grandes naciones históricas.

De haberlas, uno diría que las señales distintivas se encuentran alrededor del líder mucho antes que en el propio personaje. Aquí la acendrada fascinación hacia los grandes caudillos ha venido siendo de una intensidad extraordinaria, al menos tanta como la aversión que han llegado a generar, algo que podría resumirse en la célebre expresión de ‘o conmigo o contra mí’. Es un equilibrio imposible que tiene como efecto la extinción de la crítica ponderada en el debate público y que acaba arrasando con una visión abierta y liberal de las cosas.

Los asentidores hispanos se encuentran probablemente entre los más granados del mundo y, ciertamente, se crecen cuando las huestes de la oposición arremeten con su misma vehemencia ibérica. ¿Qué sería hoy, por ejemplo, de Pedro Sánchez sin ellos? No puede haber duda del mérito de quien ha decidido vincularse a un líder cuyo poder sin principios les expone a la permanente contradicción pública y a la incertidumbre del límite, sea este o no una línea roja. En el fondo, como sabe su guía supremo, no es tan importante. La costumbre se convierte al final en un bálsamo eficaz incluso frente a las piras siempre ardientes de la hemeroteca. El caso es que tras el episodio de desahogo personal de García-Page, el ministro Grande-Marlaska ha apelado a la lealtad, que es un recurso común ante cierta indigencia moral, mientras allá en Waterloo la sonrisa de Puigdemont resplandece.

Hoy el problema de España ya se ha trasladado a la tropa sanchista, que ha asumido con alegría la disciplina y el criterio único que exige el politburó de un partido a imagen y semejanza del Gobierno. Ad maiorem gloriam ducis. 

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Alejandro E. Orús)

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