Una mano invisible

Una mano invisible
Una mano invisible
Pixabay

En una fachada principal donde nunca se había celebrado la Navidad, inesperadamente, apareció un Papá Noel sobre una escala, a punto de alcanzar el balcón de los nuevos inquilinos del tercero derecha, en cuya barandilla unas lucecitas doradas y parpadeantes silueteaban la estrella que todos los años guía a los Magos de Oriente.

Al día siguiente, el vecino del tercero izquierda subió la apuesta ornamental acicalando el contorno de la puerta de su balcón con unos delicados destellos de cambiantes colores, pocas horas después de haberle comentado a la propietaria del quinto izquierda que era "de muy mal tono adornar la fachada sin el permiso de la vecindad", especialmente, si se hacía "con la desfachatez de venerar por partida doble a Papá Noel y a los Reyes Magos".

La mensajería digital agravó la grieta abierta por estos comentarios, confirmándose por enésima vez la división de la comunidad en dos bandos irreconciliables. En esta ocasión, la disputa derivó hacia la cuestión de si la estética navideña de las zonas comunes tenia que ser discutida y aprobada en junta.

Sin embargo, mientras se discutía amarga y encarnizadamente, la mano invisible de la Navidad no dejó de intervenir, haciendo que al primer Papá Noel se le sumaran seis más, y cientos de bombillas, metros y metros de espumillón, decenas de níveas imágenes en las ventanas y otras cursiladas maravillosas, también en los rellanos, en las escaleras y en el zaguán del edificio, donde hubo un árbol con estrella y un Belén. Y bajo el alero lució un gran rótulo que decía ‘Feliz Navidad y Próspero 2024’.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Javier Usoz)

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