Acelerada normalidad

Acelerada normalidad
Acelerada normalidad
Pixabay

Vamos a cumplir los cuatro años de la nueva normalidad y ya se puede emitir un diagnóstico de los apaños para la covid-19 y la guerra de Ucrania, que se han aprovechado para acelerar la forma de vivir de los humanos. 

No se pueden cambiar de la noche a la mañana los hábitos de las personas. Tanto es así, que percibimos como ‘zona de confort’ ese bienestar que da el pisar terreno conocido. Cierto, que para progresar hace falta un plus de adrenalina que no todo el mundo puede tolerar. Ni estar en condiciones de volver a la escuela a los noventa años. Decir lo contrario es no ser realista.

El dios ‘omnipotente’ internet tiene aún muchos fallos: se bloquea, se confunde, no contesta bien lo que se pregunta. Es más difícil que con un profesional bien formado pasen estas cosas. Las confusiones en todas las redes son más frecuentes de lo que sería deseable. Hace muy poquitos años, cuando había algún fallo en ‘la nube’ (que lo sigue habiendo), los problemas los resolvían personas de buena voluntad (solo era necesario tener iniciativa, conocimiento y voluntad). Empezar de nuevo, tachar o typex. A veces en un santiamén. Ahora, cuando hay confusiones no se pueden apenas resolver (te dicen), no se puede dar marcha atrás.

Curiosamente, estos días, gracias a la informática, se había dado por muerta a una anciana, por lo cual no tenía derecho a asistencia sanitaria. Había desaparecido de ‘la nube’. El caos del acceso a los servicios sanitarios públicos es proverbial. No llega a tanto gracias al titánico esfuerzo de los trabajadores sanitarios. El fallo de la gestión ‘on line’ supone la puntilla de pacientes físicos o psíquicos (en cualquier caso, sufren). Los últimos han visto agravadas sus dolencias previas o se las ha provocado el estrés brutal que padecen para conseguir las citas. Las estadísticas reflejan el incremento exponencial de fármacos para la mente. Y de suicidios. No se duerme. Alentador.

Los bancos se lanzaron a la inteligencia artificial a costa de clientes. Ya lo sentirán. En Aragón tenemos suerte con alguna entidad de más inteligencia y sentido social por no desechar a los que no pueden con las dacronianas medidas de otras. También están escarmentando las tecnológicas de Musk (el chico de los cohetes que explotan). Y el coche eléctrico, que apenas se compra.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis Mateos)

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