Que llueva en Cataluña

El pantano de Sau, en la provincia de Barcelona, a finales de noviembre.
El pantano de Sau, en la provincia de Barcelona, a finales de noviembre.
Siu Wu / Efe

Esperemos que llueva pronto y con pacífica abundancia en las provincias de Gerona y Barcelona y que la lluvia rellene allí los embalses.

 Y también, claro, en las demás regiones mediterráneas y en Andalucía, donde la sequía se alarga y se alarga y las reservas están al límite. Que llueva, porque hace mucha falta. Y también, porque si no llueve pronto en las cuencas internas de Cataluña, el agua, su escasez, su gestión y su ‘reparto’ se sumarán al catálogo, ya demasiado extenso, de agravios, indignaciones e indignidades que abruma la política territorial en España. El trasvase del Ebro asoma ya una vez más la oreja en esa propuesta de varios colegios profesionales de Cataluña que pide que se conecte ‘la red del Ebro’ al área de Barcelona. Y no creo que tampoco en esta ocasión el trasvase saliese de verdad adelante, pero su solo planteamiento en el debate político tendría el indeseable efecto de emponzoñar todavía más la vida pública. Y Aragón, desde luego, no podría quedarse al margen. En Cataluña, parece que ahora se están dando cuenta, los políticos con mando en plaza llevan un decenio dedicados a venderle a la gente inexistentes repúblicas, a colocar a subalternos en supuestas embajadas y a gastarse el dinero en promover utopías. Y se han olvidado de lo importante, del día a día, de resolver problemas como el abastecimiento de agua. O como los que según el informe Pisa padece la educación. Se lo decía a lo bruto Salvador Illa, Cataluña está «sin agua, a oscuras y los niños no saben ni leer ni escribir ni sumar». Una exageración, una hipérbole, pero con un punto de verdad. Más vale que llueva.

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