Magna Charta Libertatis

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Magna Charta Libertatis
Krisis'23

Malta es el Estado más pequeño de la Unión Europea. Es un archipiélago diminuto, formado por las islas de Malta, Comino y Gozo, situado entre Sicilia y el norte de África, próxima a Túnez y Libia. Son 316 km², con una costa de algo más de 200 km y una densidad de unos 1.700 hab/km². 

Las ciudades se enlazan sin solución de continuidad. Las distancias son minúsculas y se vive a un ritmo isleño, tensado por un tráfico intenso. Eso sí, tiene la tasa de homicidios más baja de Europa, el desempleo es mínimo y es uno de los lugares más turísticos del Mediterráneo. A la vez, es una república cuya Constitución dice en su artículo segundo que "(1). La religión de Malta es la Católica Apostólica Romana. (2). Las autoridades de la Iglesia Católica Apostólica Romana tienen el deber y el derecho de enseñar qué principios son correctos y cuáles son incorrectos. (3) La enseñanza religiosa de la Fe Católica Apostólica Romana se impartirá en todas las escuelas públicas como parte de la educación obligatoria". Se independizó en 1964 del Reino Unido, se incorporó el año 2004 a la Unión Europea y desde 2008 al euro.

Recorrer La Valeta, su capital, es una experiencia a medio camino entre la historia y la ‘gentrificación’, el pasado y la modernidad, donde las viviendas de alquiler turístico complican la vida a la población local que, precisamente, vive de esa industria, del turismo. Sus gentes se manejan tanto en inglés como en maltés. Ésta es una lengua semítica que se escribe con caracteres latinos y suena como el árabe magrebí, con fuertes resonancias italianas e incluso españolas y aragonesas. De hecho, uno de los rasgos más interesantes es la influencia de la Corona de Aragón y de España en este rincón del Mediterráneo.

Se percibe en unos cuantos lugares. Fueron muchos siglos compartidos. El ‘Aubergue’ de Castilla y el de Aragón lo siguen recordando. Cada uno con su particular trayectoria y destino convertidos en edificios gubernamentales singulares. Se siente ese legado cultural común. Es una historia que se remonta al siglo XIII. En el año 1283 Malta se incorporó a la Corona de Aragón siendo una parte del reino de Sicilia. Y la presencia española fue constante hasta el 23 de marzo de 1530, fecha en la que Carlos I cedió el archipiélago a la Orden de Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, tras la expulsión de éstos por Suleimán el Magnífico de la isla Rodas en 1522. A cambio pagaban como renta anual un halcón al virrey de Sicilia el día de Todos los Santos. Un acto simbólico que se prolongó durante 268 años hasta que las tropas de Napoleón terminaron con su dominio.

Debemos rescatar las huellas del pasado, como la de la Corona de Aragón en Malta, para pensar de dónde venimos y hacia dónde vamos, para valorar
a los gobernantes que sólo piensan en su propio interés

La huella de la Corona de Aragón en Malta se ha ido diluyendo con el tiempo, opacada por el dominio británico posterior y también por la propia desidia aragonesa. El ejemplo más claro es su ‘Magna Charta Libertatis’, que está depositada en su Biblioteca Nacional. Es un hito de su historia y de la de Aragón. Desde la embajada de España han impulsado diversas actividades para poner en valor aquellos vínculos y resaltar las raíces comunes, pero queda mucho por hacer. Esta Carta Magna la otorgó Alfonso V de Aragón el 20 de junio de 1428 a la población de Malta.

Fue el resultado de una rebelión popular frente a los abusos de los señores de aquella época, en concreto Gonsalvo de Monroy y su lugarteniente. Éstos subarrendaban el feudo al virrey de Sicilia y, con su gobierno, trataban mal y abusaban de la población. Sin entrar en detalles, el conflicto terminó a favor de los malteses ampliando el fuero real, de modo que las islas pasaron a ser de dominio real. Alfonso V el Magnánimo concedió a los malteses el derecho a rebelarse si perdían su estatus y sus libertades, alcanzando el mismo nivel que Palermo, Mesina y Catania. Esto sirvió para proporcionar a aquellas gentes un siglo de paz, antes de la cesión de Carlos I, que el paso de la historia ha sepultado en el olvido.

Quizá nos corresponde rescatar esas huellas para pensar de dónde venimos y hacia dónde vamos. No se trata de ensalzar a reyes y aristócratas, al contrario. Más bien si pensamos en tanto ciudadanos, como quienes no contamos en la sucesión de prebendas, ni nos ponen coronas, ni heredamos títulos nobiliarios, algo nos debería activar la conciencia. Los gobernantes que sólo piensan en su propio interés terminan dañando a la sociedad. ¿Toca defenderse? 

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Chaime Marcuello)

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