Tercer Milenio

En colaboración con ITA

La COP-28 y la salud

La primera COP tuvo lugar en Berlín en 1995 y la de Dubái es la 28º.
La primera COP tuvo lugar en Berlín en 1995 y la de Dubái es la 28º.
Amr Alfiky / Reuters

Hay gente de ciencia cuyas ideas e investigaciones dejan una huella valiosa en la cultura universal; por más que esta, siempre ingrata, lo olvida enseguida. Es el caso de Carl Sagan, científico y divulgador estadounidense fallecido en diciembre de hace 27 años. 

Se asomó a nuestros televisores en la serie ‘Cosmos’ y nos descubrió un universo al alcance de nuestra comprensión. Pero merece ser recordado por algo más. Fue un observador del comportamiento humano que se empeña en tratar a la Tierra como si fuese un negocio en liquidación. Avisaba con sencillez de que cualquier cosa vital que nos interese no ocurrirá si no podemos beber y respirar.

Estos días, la Dra. María Neira –directora del Departamento de Medio Ambiente, Cambio Climático y Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS)– alertaba de que en la COP-28 no se negociaban solo las emisiones de CO2 sino que se decidía nuestra salud. Recordaba que se extienden por todo el mundo situaciones de falta de acceso al agua potable, fenómenos meteorológicos extremos, desastres alimentarios. También de los masivos desplazamientos de población: interna, hacia las masificadas ciudades en muchos países, o fuera de ellos en el contexto de migraciones infrahumanas. Así como del aumento de enfermedades provocadas por vectores que encuentran mejores condiciones para expandirse en climas más benignos, y de los entre 7 y 9 millones de muertes prematuras cada año en el mundo asociadas a la contaminación del aire. Por poner solo ejemplos que empujan a actuar con urgencia.

La contaminación y el cambio climático afectan también a nuestra salud

Abogaba por hablar de ello y aunar compromisos en la COP-28. Se lamentaba, ¡quién no!, porque por primera vez en una cumbre del clima se dedicaba una jornada entera a hablar de salud y medio ambiente (sic). Animaba a todo el mundo a ser más ambiciosos en la toma de decisiones ambientales que protejan la salud global. Sorprende que hasta ahora los fondos del cambio climático destinados a responder a necesidades de salud apenas llegan al 1%. ‘Tercer Milenio’ de HERALDO se preguntaba el pasado 26 de febrero si podíamos darle algo de vuelta a la crisis climática. De su entrevista a dos científicos, que habían participado en la elaboración del último informe sobre el clima del IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático), se deducía una esperanzadora llamada de atención o de auxilio: se puede hacer, hay que hacerlo. El informe de síntesis de los estudios completos del IPCC, siete años seguidos, confirma inequívocamente que el ser humano está aumentando las emisiones de gases de efecto invernadero hasta niveles sin precedentes. Luego hay que reducir emisiones para preservar la salud respirando vida.

No les falta razón a quienes avisan del descuido de los negocios detonantes del cambio climático. A mediados de noviembre nos enteramos de que el promedio mundial de dióxido de carbono en la atmósfera en 2022 superó en un 50% el nivel preindustrial por primera vez. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) pone el grito en el cielo que tantas veces observa. Pero también mira el calor más abajo. Ahora mismo advierte de que las repercusiones de el Niño en el Pacífico podrán influir en el clima global. En consecuencia, hay que conectar a personas e instituciones con las oportunidades de aprendizaje necesarias para el buen funcionamiento de los servicios meteorológicos, hidrológicos y climáticos. Lo cual se traduce diciendo que los ayuntamientos de las grandes ciudades principalmente, pero no solo, deben prever un verano como el pasado, ojalá no sea tan cálido, y preparar refugios climáticos y planes de adaptación de sus instalaciones para reducir riesgos.

Es necesario tomar conciencia de esas repercusiones, que nos obligan a actuar ya

Es más, todos los informes apuntan a que es muy probable que se produzcan desigualdades intergeneracionales. Posiblemente, niños y niñas nacidos ahora sufrirán, por término medio, varias veces más fenómenos climáticos extremos a lo largo de su vida que sus abuelos. O lo que es lo mismo, verán perjudicada su salud o puesta en riesgo en más ocasiones.

Detrás de todo esto está el mercadeo de la contaminación, los negocios de las energéticas y afines, los descuidos de las administraciones y algo o bastante de dejadez ciudadana. ¡Cuesta entender que dañemos a sabiendas nuestra salud!

A ver qué sale después de la COP-28. Ojalá se concierte que la salud sea un negociado global, no un negocio multidimensional.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Carmelo Marcén)

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