Las convicciones del cariño

Las convicciones del cariño
Las convicciones del cariño
Pixabay

Me descubro en una vieja foto recuperada de entre papeles muy revueltos de carpetas olvidadas. Con la pose del desafío, el cigarrillo en la mano, el vestir en tono gris –que no distingue la imagen en blanco y negro– y esas gafas de sol que acaban de conformar el perfil del veinteañero algo insolente. 

Me pregunto en qué estaría pensando; y de paso, qué me diría mi madre, más allá del piropo que siempre acompasaba nuestros encuentros. Mérito escueto de percepción maternal que seguro que todavía me reparte desde el Cielo.

El retrato se me solapa con las imágenes de mi rutina. En mi callejear diario, me dejo llevar para imaginar de qué llenarán la cabeza esas criaturas, jóvenes hoy, seducidas por extravagancias y modelos absurdos que aspiran a diferenciarse de su entorno. Hábitos que interpreto sembrados de dudas, formas de vestir repasadas ante cada espejo y reflejos de la calle; jóvenes, y no tanto, ocupados en someterse, con preocupación, al juicio de aquellos con quienes coinciden.

Les sigo con la mirada, intrigado, tratando de conocer qué puede esconderse en la siembra de esos modales solapados entre la masa, en donde cuesta distinguirlos, arropada su inseguridad en el conjunto. Intento adivinar los posos de su arraigo, difusos en el cómputo de valores de una sociedad de brújula desnortada; ruta asfaltada hacia un callejón sin salida. Solicito la atención de quienes tienen la autoridad de extender, bajo el guiño del cariño, el inventario de argumentos que les han de ayudar a pilotarse por la vereda del sentido común.

Mientras tanto, apartado ya de mis vetustos y olvidados perfiles de desatino, aspiro a encontrar todavía mi certidumbre –que nada tiene que ver con la complicada aspiración de nuestros políticos– en el examen de mi compañía. "¿Qué tal me ves?". Filtro que casi siempre logro superar, tras un repaso más o menos furtivo, al menos con un aprobado alto. Que estoy seguro de que, como en aquel entonces bajo la mirada maternal, surge más del cariño que de las convicciones.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Miguel Gay)

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