Las virtudes del paso a paso

Las virtudes del paso a paso
Las virtudes del paso a paso
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Asegura mi confiada compañía que ha llegado el momento de desempolvar el chándal y ajustarse las mallas para adentrarse en el mundo del deporte activo, que creo que nada tiene que ver con la actividad de riesgo que supone acudir al Príncipe Felipe o a La Romareda. 

Aposentado en el escepticismo, le reconozco de pasada las indudables ventajas de esa idea, que confío que descanse al menos durante algún tiempo en el doble fondo de algún armario cerrado. Y sin embargo, para cuando me doy cuenta ya se alinea en varias clases de gimnasia y de baile.

Comparto, sin duda, la virtud excelente de la práctica del ejercicio, al que me he acercado más con curiosidad que con diligencia después de mis años de juventud.

De momento, procuro no mostrarme demasiado interesado por sus nuevas ocupaciones, consciente de que en algún momento se producirá ese efecto bumerán por el que me veré involucrado, de una u otra manera, en la necesidad de incorporarme a iniciativas parecidas.

Así que me finalmente decido tomar la delantera y me conduzco andando por rutas y recorridos de ciudad que me permiten descubrir escenarios y parajes a los que casi nunca había prestado atención. Estirar el tiempo paso a paso ocupa también la cabeza en cuestiones no tan habituales, por más que primero sea preciso esquivar consideraciones personales o enredos laborales, que lo único que provocan es acelerar el ritmo del paso y el del corazón.

Tras regatear los temores de los gastos navideños, se abre la puerta a pensamientos amables de viejas historias; remembranzas de paseos con rostros familiares, o con aquellas criaturas que apenas a la vuelta de la esquina me sujetaban la mano con firmeza y hoy afrontan retos para mí vertiginosos. Todo ello, macerado con ilusiones de proyectos diseñados en compañía. Sueños interrumpidos por el asalto arriesgado, en mi misma acera, de algún impúdico patinete.

Rehago el camino, deshechos ya mis recuerdos, para afrontar el desenlace de mi reto diario. Que es el sello en el pasaporte de mis nuevas prácticas. Y ejemplo de fidelidad a futuras exigencias.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Miguel Gay)

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