Redactor de la sección de Cultura y columnista en HERALDO DE ARAGÓN

Hablemos de algo

Rick Rubin (izquierda) y Paul McCartney en 'McCartney 3, 2, 1'.
Rick Rubin (izquierda) y Paul McCartney en 'McCartney 3, 2, 1'.
H. A.

En la miniserie televisiva ‘McCartney 3, 2, 1’ (2021), el zar de la producción Rick Rubin (20 años más joven que el bajista, cantante y compositor de los Beatles, artesano en el estudio para éxitos de Red Hot Chilli Peppers, Jay-Z, Johnny Cash, Dixie Chicks o AC/DC, entre otros) entrevista al zurdo de los Fab Four de Liverpool. Es llamativo comprobar el brillo en los ojos de Rubin cuando pregunta como un chiquillo a Macca sobre el modo en que trabajaron en el estudio con ‘Something’, esa maravillosa canción de George Harrison. El ‘beatle’ lo cuenta con la naturalidad de los genios, y explica que salió fácil, muy rápida: orgánica, en idioma de gurú empresarial.

La cámara registra un diálogo que emociona y enerva, dependiendo de cuán envidioso es el espectador o si tuvo alguna vez aspiraciones creativas: dos tipos que lo han sido (son) todo en el negocio de la música divagan sobre el esqueleto de la canción que puede competir por el título de la más hermosa de todos los tiempos, partiendo de la sandez que supone listar desde la subjetividad y la emoción materializaciones artísticas que no deberían mantener pugna alguna.

Armónica y melódicamente impecable, es precisamente la línea de bajo lo que brilla en la instrumentación, el modo en que McCartney trufa de notas cada compás; los llena y vacía a voluntad, con una facilidad sobrenatural para entender el cómo y el cuando. Traten de disociar el bajo cuando la oigan. ¿La han escuchado recientemente? Habla de amor, sentimiento prostituido por cada intento de definición, hasta los más puros. Siéntense, siéntanla... y me cuentan.

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