Afecto y mesura

La democracia requiere respetar al oponente.
La democracia requiere respetar al oponente.
Gert Altmann

He escrito en más de una ocasión que la política democrática requiere que sus agentes mantengan un mínimo de respeto por el adversario, por quien defiende las ideas contrarias. 

Pero quizá el respeto no sea suficiente, tal vez sea una actitud demasiado fría y meramente formal. En su columna de ayer (‘Lluvia de odio’), Javier Usoz iba más allá del respeto y nos exhortaba a todos, «opinemos lo que opinemos», a «seguir tratándonos con afecto y confianza». Parece difícil, viendo lo que vemos y oyendo lo que oímos, casi una utopía, aunque enlaza con el tercer término de la famosa tríada ‘libertad, igualdad, fraternidad’. Y, como dice nuestro comentarista, es posible que «solo así nos resguardemos de la fina lluvia de odio que está cayendo». En todo caso, el ciudadano y el político de una democracia han de reconocer la legitimidad de propuestas de las que sin embargo discrepan. Y, como escribía el jueves Felipe Zazurca (‘A propósito de Bobbio’), deben defender sus convicciones sin pretender imponerlas y esforzándose por «comprender las del prójimo». El fiscal jefe de la Audiencia de Zaragoza reivindicaba una frase del ilustre filósofo italiano de las ideas políticas Norberto Bobbio, quien decía que «no se puede ser demócrata sin ser moderado». Dice Zazurca que deberíamos convertir ese lema en «planteamiento vital, modo de actuar, orientación de ideas y pensamientos». Y añade que «la moderación nos conduce a ampliar horizontes, encontrar nuevas respuestas, comprender que hay vida más allá de la tribu». Así pues, en tiempo de tirrias y delirios, comedimiento. Y si puede ser, un poco de cordialidad para todos. A pesar de los pesares, somos conciudadanos. Y compatriotas.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión