De incertidumbres y realidades
Me pregunta mi compañía, ocupada del revuelo de la investidura, que por qué no me adentro por las enredaderas de las cuestiones políticas. Porque estoy convencido de que a estas alturas los argumentarios desbordan las trincheras, y los raciocinios, algunos más y otros menos, conforman kilometrajes de líneas de papel -que es donde yo siempre mejor me he desenvuelto-.
No es preciso sumergirse mucho en el clasicismo de las Letras para encontrar reflexiones que la condición humana se empeña en actualizar. Dostoievski habilita un pensamiento alargado en ‘Los Hermanos Karamazov’: "Empiece por no mentirse a sí mismo. El que se miente a sí mismo y escucha sus propias mentiras llega a no saber lo que hay de verdad en él ni en torno de él; o sea, que pierde el respeto a sí mismo y a los demás. Al no respetar a nadie, deja de querer y para distraer el tedio que produce la falta de cariño y ocuparse en algo, se entrega a los placeres y a las pasiones más bajos".
Citas las hay hasta en los más veteranos escritos bíblicos. Salmos que dan consistencia de eternidad a la palabra entregada. Que, habilitado el hábito del cambio de opinión, no tiene pinta de ser del gusto, más bien al contrario, de los llamados a gestionar nuestros destinos. Por eso, prefiero encontrar refugio apartado de la falta de consistencia de los entresijos políticos; acomodarme en las certezas. Como la manifestación de multitudinario apoyo que una vez más se le brindó a la asociación de padres de niños enfermos de cáncer en el tradicional partido de veteranos en La Romareda. Consolidado a lo largo de casi tres décadas y con más de veinte mil personas aplaudiendo a los futbolistas. Su puesta en marcha resulta el anverso de las diatribas partidistas. Un ejemplo de solidaridad asentada en el cariño y respeto que merecen las familias de esos pequeños. Propuesta que hunde sus raíces en una consideración universal, sin trucos ni trampas.
Sin demasiada dificultad logro convencer a mi compañía de los porqués de esa preferencia de evitar conducirme por vericuetos tan complejos como trillados...
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