Apunte portugués

El primer ministro de Portugal Antonio Costa
El primer ministro de Portugal Antonio Costa
JOSE SENA GOULAO

Por un momento, Portugal se nos apareció como un lugar modélico, una arcadia política que, en la comparación ibérica, adquiría un fulgor inesperado. El primer ministro, António Costa, dimitía solo pocas horas después de conocerse que estaba siendo investigado por la Justicia. 

Nada que ver con las crisis enquistadas a este lado de la frontera, donde el poder se sostiene con demasiada frecuencia en la resistencia que triunfa frente al pudor.

Las palabras de Costa resonaron como las de un cónsul togado entre los mármoles de la antigüedad o como entresacadas del ‘Sostiene Pereira’ de Antonio Tabucchi: "Tengo entendido que la dignidad no es compatible con la sospecha". Por supuesto, toda nuestra idealización se apoyaba en la distancia y el desconocimiento. Aun sin la concurrencia de fuerzas independentistas, también surgen tensiones y miserias en el vecino Portugal. Pero nadie podía negar cierta épica en la decisión del jefe del Gobierno.

Fue solo un instante, hasta que la política recobró su natural querencia hacia el sainete y se supo que el primer ministro había sido confundido en las transcripciones de la investigación judicial con el ministro, casualmente homónimo, de Economía y del Mar, una combinación extravagante cuya explicación ha de ser muy portuguesa.

Las últimas noticias aseguran que, según el criterio del juez, el presunto caso de corrupción política apenas se sostiene. Es curioso que el resultado de este episodio que deriva peligrosamente hacia lo grotesco sea el refuerzo de la siempre latente imagen especular que vincula desde hace siglos a España y Portugal. La prueba es irrebatible: mientras Pedro Sánchez proclama aquí lo de hacer de la necesidad virtud, António Costa habría hecho de la virtud algo completamente innecesario. Y esto en el país que tiene un palacio de las Necesidades, sin que se le conozcan más virtudes que las artísticas y ser hoy sede del Ministerio de Negocios Extranjeros. Hace siglos estuvo allí mismo la embajada de España.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Alejandro E. Orús)

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