Por
  • Alfredo Ezquerro Solana

La pasarela aragonesa sobre el Neretva

La pasarela aragonesa sobre el Neretva
La pasarela aragonesa sobre el Neretva
Heraldo

En 1992 la ONU envió una fuerza de protección (Unprofor) a Bosnia Herzegovina con el objetivo de asegurar la paz en la zona de los Balcanes. Ese mismo año comenzó la participación de unidades militares españolas en estas operaciones de mantenimiento de la paz.

En 1993 el ‘Stari Most’ o Puente Viejo de Mostar fue destruido por los croatas, en guerra con los bosniacos, con lo que la comunicación entre las dos zonas de la ciudad quedó interrumpida. La ONU creyó necesario asegurar un paso provisional para que se pudieran reanudar las relaciones humanas entre ambas zonas, por lo que se ordenó a la compañía de Zapadores de la Brigada de Montaña de Huesca, destacada en la zona, la construcción de una pasarela sobre los propios pilares en los que se había asentado el Stari Most.

La operación presentaba grandes dificultades técnicas y despertó un gran interés en los medios de comunicación social por ser el Stari Most un puente emblemático, cuya destrucción había causado una oleada de indignación en la opinión pública mundial.

Los trabajos culminaron en la primavera de 1995 y los habitantes de la ciudad pudieron cruzar de nuevo el río Neretva, pero ahora lo hacían sobre una pasarela española, que tenía soldado el acrónimo ZAP en sus planchas metálicas como recuerdo de la unidad de Zapadores española que lo había construido.

Pronto comenzó a ser usada por ambas etnias, croatas y bosniacos, en su tránsito diario por la ciudad y tuvo una importancia fundamental en el largo y doloroso proceso de amortiguar los recuerdos de la guerra. Aunque se había firmado formalmente la paz, las heridas seguían abiertas, por lo que el hecho de que físicamente ambas zonas de la ciudad pudieran reanudar sus relaciones personales, a través de nuestra pasarela, supuso el reinicio de los contactos interétnicos cortados años atrás con el comienzo de las hostilidades. Podemos afirmar por lo tanto que los zapadores aragoneses extendieron un puente no sólo en sentido material, sino también en un sentido anímico.

La pasarela sobre el río Neretva que los militares aragoneses construyeron en Mostar se convirtió en todo un símbolo de la esperanza de un futuro pacífico para Bosnia

Estuvo en uso hasta 1998, año de mi llegada a Mostar, y yo la utilizaba con frecuencia en mis movimientos por la ciudad, procurando no pisar jamás esas siglas, ZAP, que se veían en las planchas de acceso.

El día 3 de junio asistí, como representante nacional, a la ceremonia del inicio de su desmontaje. Se habían conseguido fondos para la reconstrucción del Stari Most y resultaba obligado retirarla. A partir de aquel momento me propuse realizar las gestiones necesarias para recuperar tan valioso símbolo y repatriarlo a España.

A tal fin encargué a uno de mis colaboradores que averiguase su ubicación e indagara acerca de la forma de poderlo recuperar. Pocos días después me presentó un detallado informe lleno de fotos de aquellas icónicas planchas, añadiendo a continuación (por supuesto, de palabra) que con una moderada cantidad de dinero las puertas del almacén municipal donde estaba depositada se abrirían para nosotros sin problemas y nadie nos haría preguntas. Yo me sonreí ante aquella propuesta, pero la valoré detenidamente por ser la más útil para recuperar la pasarela. Consulté el caso con mis colaboradores y al final decidí escribir una carta al alcalde de la ciudad solicitándole la entrega de aquellas planchas. Yo era, por mi cargo en la División Multinacional Salamandre, bajo mando francés, una especie de ministro de Asuntos Exteriores y no podía involucrar a España en un conflicto diplomático. La respuesta del alcalde fue negativa, pues tenían el propósito de montarla en algún lugar preferente de la ciudad como prueba de agradecimiento a España, objetivo que nunca se cumplió y la pasarela quedó en el olvido.

Veinte años después, en 2018, participé en un viaje a Bosnia Herzegovina de la Hermandad de Veteranos de las Fuerzas Armadas, la mayoría de los cuales habíamos formado parte de alguna de las misiones de paz españolas en los Balcanes. Aproveché la ocasión para preguntar a nuestro cónsul en Mostar, mi buen amigo Pierino, si podía ayudarnos a localizar la pasarela. Y, por más que indagó entre sus contactos, el resultado fue negativo. Quizá rindió un último servicio a la ciudad y sus componentes fueron utilizados en la reconstrucción de las infraestructuras de la villa y allí deben seguir, en algún desconocido lugar.

Para España, encontrar la pasarela aragonesa supondría recuperar uno de los símbolos más emblemáticos de nuestras operaciones de mantenimiento de la paz.

Hace unos meses, una conocida institución benéfica organizó su tradicional sorteo veraniego del oro. En sus cupones se veía a una niña con los brazos abiertos sobre los que pasaban numerosas personas. La impactante leyenda explicativa de la imagen decía: "Sus brazos abiertos se convirtieron en un puente". Cabalmente, eso es lo que hicieron los zapadores aragoneses en Bosnia: tender puentes.

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