Por
  • Javier Sebastián

No caer

No caer
No caer
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Cuando, de niño, William Blake (Londres, 1757-1827) vio al profeta Ezequiel en mitad de un campo, su madre le dio una buena zurra". Normal, yo hubiera hecho lo mismo. ¿Se imaginan? Lo escribió Helene Hanff en ‘84, Charing Cross Road’. 

Y es que, como dice ella misma en una carta al señor Doel, librero de Marks & Co, "está bien ir por ahí viendo a Dios o a la Virgen María, pero ¿por qué demonios querría alguien ver al profeta Ezequiel?". Qué gran verdad. No es que yo tenga nada contra el bueno de Ezequiel, igual que tampoco puedo imaginar un motivo por el que Helene Hanff le hubiera cogido ojeriza. Pero es que, si uno tiene visiones, conviene que sean dignas de tan luminoso nombre. Y si no, se merece un sopapo. Hay que soñar a lo grande, hacerlo a medias es de flojos. Levantar la cabeza y mirar a lo lejos. En otras palabras: hay que hacer fuerza para no caer. Digo esto porque sabíamos que la materia cae siempre hacia abajo, pero ahora resulta que, según un estudio publicado en ‘Nature’, también la antimateria. Todo cae. Conque o apretamos los puños para tirar hacia arriba o nos hundimos. Igual que el pequeño William Blake, que solo soñaba con medianías. Es noviembre y el día acorta, pero soñamos a lo grande para no caer. Y es que los hay que están muchísimo peor, pues viven donde ni Dante imaginó que podía estar el Infierno de su ‘Comedia’: En Gaza, en Ucrania, en Etiopía, en Irán, en Armenia. En la calle de enfrente, por supuesto. Quizás al otro lado de la puerta.

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