No dejo de darle vueltas al ataque a martillazos a la ‘Venus del espejo’ por parte de dos supuestos activistas climáticos. Que protesten contra el cambio climático me parece de perlas, yo también estoy preocupada por lo mal que tratamos al planeta. Pero una cosa es protestar y concienciar a la opinión pública y otra, hacerlo martillo en mano dañando una pintura excepcional.

Es para llamar la atención, aseguran los defensores de los dos bárbaros que han atacado el cuadro de Velázquez. Bueno, pues ya puestos a llamar la atención podrían haberse dado ellos mismos un martillazo en el dedo gordo del pie. Con este tipo de acciones, los activistas se aseguran salir en los informativos pero provocan el efecto contrario al que pretenden. Nadie en su sano juicio puede simpatizar con una barbarie que además no conduce ni mucho menos a que los gobiernos tomen medidas eficaces contra el cambio climático.

Lanzar una tarta a la Gioconda, ponerse pegamento en las manos para plantarlas en ‘La primavera’ de Botticelli, echar sopa de tomate contra ‘Los girasoles’ de Van Gogh o intentar pegarse la cabeza a ‘La joven de la Perla’ de Vermeer son algunas de las acciones tan estúpidas como inútiles de quienes dicen querer llamar la atención de la ciudadanía sobre los problemas climáticos. El cambio climático es demasiado serio para que algunos pretendan que atacando obras de arte van a salvar el planeta. Se lo deberían hacer mirar, porque ya son mayorcitos para saber que la realidad no se cambia maltratando obras que todos los ciudadanos tenemos el privilegio de admirar. Insisto, estos jóvenes no es solo que hayan cometido un acto de barbarie, es que es un acto tan estúpido como inútil.