Conozco mucha gente exasperada por los ‘días mundiales de’. Tan procedente es su foco puntual en un tema de interés, ya sea sesudo o más anecdótico, como el aire de sandez que rodea al concepto. Por ponerlo en contexto: este lunes 6 de noviembre se llama a la conciencia sobre las agresiones al medio ambiente en conflictos armados y, por desgracia, Gaza y Ucrania (por citar las más mediáticas a día de hoy) saben lo que es ver atacadas sus fuentes de abastecimiento hídrico, plantas desalinizadoras, reservas agrícolas y otras atrocidades que se suman a las desgracias directas causadas por las armas. Bien hecho. Al día siguiente, coincidiendo con el 156 aniversario del natalicio de Marie Curie, se glosa la figura del físico médico. Curie fue premio Nobel de Física en 1903 y de Química en 1911. 

Este lunes también es el día mundial del saxofón, ya que hace 209 años nació en Bélgica Adolphe Sax, inventor del instrumento que brillaba en el éxito ‘The heat is on’, de Glenn Frey y hablaba el idioma de los dioses cuando lo empuñaban Charlie Parker o John Coltrane. El martes, además de celebrar a Marie Curie, se lanzan vítores hacia el turrón como dulce predilecto de millones de personas cada Navidad. Más allá de lo noble o curioso que puedan tener los referentes que los motivan, los devotos de Forges no podemos evitar una sonrisa a la hora de analizar el concepto. Imaginamos a los asambleístas de las Naciones Unidas pidiendo cañas, torreznos y chupitos mientras reparten esas jornadas en el calendario y nos preguntamos en qué momento nos desviamos del camino correcto en la vida. ¿A que sería maravilloso decidir, como correspondía al pasado domingo, que el 5 de noviembre fuese el día mundial de la concienciación sobre los tsunamis?