Por
  • Aurelio Viñas Escuer

Y hablando de puentes

Y hablando de puentes
Y hablando de puentes
Pixabay

Creo que he comentado alguna vez mi amor por los puentes. Por eso resulta difícil olvidar lo que he visto o leído sobre puentes un tanto originales. Voy a centrarme en uno pequeño, relacionado con facetas importantes de la historia de Europa. Para ello tenemos que desplazarnos, aunque sea mentalmente, a la bella e interesante Yugoslavia. 

Al ser un territorio montañoso, abundan en él los ríos, algunos tan importantes como el Drina o el Danubio y otros menos caudalosos. Uno de estos es el Neretva, con numerosos puentes que sirven de comunicación entre las comunidades bosniocroatas y eslovenas, vecinas y rivales, casi enemigas en algunos momentos.

De los puentes existentes hay uno muy singular, denominado ‘Stari Most’, que significa ‘puente viejo’. Es un puente de los conocidos como de ‘lomo de asno’ y consta de un solo arco de veintiocho metros de luz y veinte metros de altura. Fue mandado construir por el emir otomano Solimán, apodado ‘el Magnífico’, que vivió entre 1495 y 1566. El puente está próximo a la ciudad de Mostar, capital de la antigua Herzegovina.

Solimán encargó su construcción al reputado arquitecto bosnio musulmán Mimar Hajruddin, discípulo del gran arquitecto turco Sinar. Era una tarea difícil en aquellos tiempos, pues requería cálculos muy ajustados. Ni que decir que el puente era todo de piedra, pues el hormigón tardó unos siglos en aparecer. Hajrudin se aplicó a la tarea y, cuatro años después, el puente estaba realizado. Pero al retirar las vigas utilizadas en la estructura para la construcción el puente se derrumbó.

¿Qué ideas pasaron por la mente de Solimán? ¿Desistir de su obra o encomendarla a otro arquitecto? Hajrudin debía ser hombre de su confianza y le encargó otra vez la obra, con la condición de que, si volvía a caerse, perdería la cabeza.

Pasaron cinco años y, en 1556, el puente estaba de nuevo concluido. El día que acabaron los trabajos, antes de retirar las vigas, Hajrudin se fue a su casa, cogió un pico y una pala y comenzó a cavar su tumba en el jardín. No llegó a terminarla, pues unos amigos corrieron a anunciarle que las vigas habían sido retiradas y el puente se mantenía en pie. Solimán entonces lo premio con sumas y favores importantes.

Fueron pasando los siglos y el ‘Stari Most’ parecía resistirlo todo, incluidos varios temblores de tierra y las dos grandes guerras. En la segunda de ellas incluso fue utilizado para el paso de los carros blindados de los nazis al invadir Yugoslavia. Así el puente acabó por convertirse en todo un símbolo de estabilidad de la región y de convivencia entre las distintas comunidades que lo utilizaban.

Hasta que estalló una nueva guerra, esta vez entre los croatas y los musulmanes de Bosnia. Y un general croata, impulsado quizá por el propio demonio, ordenó en 1993 la voladura del ‘Stari Most’. Una vergüenza para los croatas.

Pero las cosas no podían quedar así, después de tan brillante historia. Y en julio de 2004, financiado por la Unión Europea, se inauguraba un puente exactamente igual al derribado, levantado con las mismas técnicas utilizadas por Hajrudin e incluso con piedras usadas en el puente original y rescatadas del fondo del Neretva. La noche de su inauguración coincidió con la ampliación de la Unión Europea a veinticinco países.

Yo, por razón de la edad y circunstancias, no tendré ya la oportunidad de visitar la antigua Yugoslavia para admirar el puente ‘Stari Most’ y su entorno. Los datos expuestos están extraídos del libro ‘La aventura de viajar’, publicado en 2006 por el excelente periodista y escritor Javier Reverte. 

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión