Excepcionalidad

Desesperación en Gaza al rescatar el cadáver de un niño de los escombros de un bombardeo
Excepcionalidad
AP/LAPRESSE

Hombre con sombrero lee poesía en un andén de la Estación Delicias de Zaragoza. Parece no estar todo perdido mientras bombardean un hospital en Gaza. Lo importante es quién lanzó el misil y, una vez más, triunfa la desinformación en la era de la sobreexposición a las imágenes, a los datos indiscriminados en este pan nuestro de cada día donde nos ofuscan sin tregua los retratos inmediatos del éxito, pero también los del dolor. 

Sigue el debate entre besugos mientras las vidas segadas de más de quinientas personas, su historia y sus familias pasan a un segundo plano. Aterra la excepcionalidad permanente en la que vivimos (le tomo prestada la expresión a Ignasi Gozalo, que acaba de publicar un ensayo con dicho título). Hemos quedado instalados en una serie de estados de excepción que no nos permiten regresar a esa añorada normalidad, sea cual fuere, porque otra nueva es ya inexorable. Lo peor es que hay personas y personas, o que hay humanos y animales: estamos los que miramos el periódico desde el sofá y están los que mueren a centenares por el capricho despreciable de gobernantes sin escrúpulos. Que se maten los que mandan en duelo dieciochesco, cuerpo a cuerpo, escogiendo sable o trabuco pagado con su dinero; terroristas y dictadores, espalda con espalda avanzando la distancia necesaria para apretar el gatillo. "Si vuestra rabia es fuego que devora al cielo / y en vuestras almohadas crecen las pistolas", como escribió Miguel Labordeta, "mataos, / pero dejad tranquilo a ese niño que duerme en una cuna".

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Almudena Vidorreta)

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