Una doble lealtad

Los heridos reciben asistencia tras el ataque aéreo israelí en el hospital Al-Ahli de Gaza
Una doble lealtad
REUTERS/Mohammed Al-Masri

Escribía Alejandro E. Orús que el enfrentamiento entre Israel y los palestinos es "el conflicto internacional por antonomasia". Dura ya tres o cuatro generaciones, con fases recurrentes de guerra abierta y otras de relativa calma que nunca puede considerarse paz. 

Y sus efectos no se limitan a los directamente implicados, sino que los países occidentales y el mundo musulmán se sienten arrastrados, aunque solo sea moralmente, al torbellino, y en ocasiones toman partido y hasta echan leña al fuego. Es además la única guerra que ha sido desatada por una decisión de la ONU, la organización internacional creada justamente para lo contrario, para garantizar la paz. Aunque la partición de Palestina decidida en 1948, con una ONU ejerciendo de torpe aprendiz de Salomón, fuera solo la chispa y las causas profundas vinieran de un largo recorrido histórico. El caso es que sí, esta guerra en cierto modo es nuestra. No resulta extraño que le duela a la escritora María Pilar Martínez Barca, quien, recordando su reciente viaje a Tierra Santa, subrayaba las paradojas: "Si algo aprendí en mi peregrinación fue que las gentes de Israel y Palestina, musulmanes y el reducto de cristianos que allí quedan, son hermanas". Hijos todos de Abraham en lo religioso que sin embargo han convertido los lugares más sagrados en un eterno campo de batalla, escenario de atrocidades sin cuento. Carmen Magallón pedía lo más razonable y lo más difícil, "voces de paz", y usaba un término curioso y creo que valioso, la "doble lealtad", que señala la desgarradora situación de quienes se sienten vinculados a las víctimas no de un bando, sino de los dos. Todos deberíamos sentir como propia esa doble lealtad.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Víctor Orcástegui)

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