Acerca del fin del mundo

Acerca del fin del mundo
Acerca del fin del mundo
Pixabay

La sucesión reciente de acontecimientos refuerza la tentación, siempre latente en un articulista que se precie, de decretar el fin del mundo. Es consecuencia de señalar guerras, atentados, sucesos y desgracias, de acumular incertidumbres que parecen rebasar todo lo padecido hasta ahora. 

La maldición de un futuro peor que el presente se dirime entre las catástrofes expresas que acaparan las noticias y la implícita que proviene del modelo en el que nos movemos y que sobrevuela la actualidad. Es un pulso que se representa por ejemplo entre la guerra y el cambio climático y que bien podría resumirse entre la acreditada maldad del ser humano y su no menos acreditada ignorancia. Sobre cuál de las dos vías sea más rápida hacia el apocalipsis hay argumentos igualmente sólidos. Y es muy probable que finalmente sea la mezcla de ambas, maldad e ignorancia, la fórmula que nos arrastre hacia el ocaso definitivo.

El debate del fin del mundo es en realidad el de sus ritmos puesto que, como pasa con la muerte propia, no es algo que hoy estemos en condiciones de eludir. Pero, como ocurre a menudo ante una realidad incómoda, es común despreciarlo. La escritora Donna Leon, preocupada por el cambio climático y convertida en una viejecita gruñona y encantadora, ha dicho que hay que "tener menos, hacer menos, viajar menos y comer menos". Una receta que no se antoja, en principio, capaz de concitar grandes mayorías, aunque, en el fondo, eso sea una señal a su favor.

Stephen Hawking apuntó que en 600 años la Tierra podría convertirse en una gran bola de fuego "chisporroteante". Su intención era animar a buscar planetas habitables. Es decir, que la conciencia de ese final, sea como fuere, resultara un acicate para encontrar nuevos mundos antes de que sea tarde. Uno debe admitir esa posibilidad tan utilizada por la ciencia-ficción y ahora tan entusiásticamente acogida, con sesgo de clase incluido, por Yolanda Díaz. Lo que cuesta creer es que el viaje interestelar modifique en algo la naturaleza humana. Así que esos otros mundos también se acabarán. Y con ellos, este largo, larguísimo sueño de ser los nuevos dioses.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Alejandro E. Orús)

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