Todos con Poussin
Como aquel personaje de Bryce Echenique, Gaëtan Poussin seguramente durmió noches y noches vestido con la indumentaria de portero soñando con paradas imposibles, aquellas que desafían las leyes de la física para situarse exclusivamente en el mundo onírico, allí donde se almacenan los mejores deseos. Portero de garantías demostradas en el Girondins de Burdeos, llegó a Zaragoza para ubicarse en el papel vicario de Cristian Álvarez, nombrado Hijo Adoptivo de Zaragoza. Cuando firmas un contrato para trabajar a la sombra del mejor futbolista del club en los últimos años, uno debe de asumir un rol complicado.
Las trayectorias en el fútbol no las sella la suerte, pero la fortuna te acompaña o te deja de forma caprichosa en momentos puntuales, aquellos que a un deportista de elite lo revalorizan en el mercado y en el corazón de los aficionados o lo arrojan hacia los vídeos de las pifias del año y lo castigan de forma cruel sin remisión.
En el caso de Poussin, el mismo portero que demostró agilidad felina para sostener un magnífico resultado, cometió un fallo calamitoso que tumbó las ilusiones en el estertor de un partido, el peor final para los seguidores, para su equipo y para él. La potencia de la psicología en el fútbol puede convertir a un conjunto dubitativo y timorato en un titán en la misma temporada e, igualmente, puede arrancar la confianza de un futbolista hasta conducirlo a los límites de la desesperanza. La afición del Real Zaragoza acogerá este sábado con toda seguridad al portero con el cariño que precisa un deportista que necesita recuperar sus sensaciones y su seguridad para borrar de la retina una jugada que jamás debió producirse y que podrá enterrar para siempre cuanto atrape el primer balón, que para él será el inicio de una nueva etapa y el final de un mal sueño.
