Irina, Irene, Paz
Cuando Rusia invadió Ucrania, el marido de Irina se quedó en la localidad donde residían junto al Danubio para tratar de impedir que su casa fuera asaltada. Ella huyó a Zaragoza y trabaja como cocinera en un modesto restaurante. Se gana bien la vida a la espera de poder regresar cuando desaparezca la violencia de su tierra. Entre tanto, su marido, que acaba de cumplir los 60 años, ha sido reclutado para ir al frente a defender a su país. Irina llora estas noches festivas en la capital aragonesa. Después de casi dos años sin ver a su esposo, teme no poder reencontrarse nunca con él.
Irene pudo rehacer su vida en Tel Aviv hace diez años. Después de sufrir varios embates de los que pensaba que jamás se recuperaría, encontró a una persona con quien compartir sus días y sus noches a cinco mil kilómetros de su tierra natal. Los viajes con cierta frecuencia a Zaragoza le han permitido seguir manteniendo lazos estrechos con sus familiares y amigos. No había advertido lo inmensamente feliz que era hasta el pasado sábado. Ese día, los ataques de Hamás a Israel cayeron como un terremoto en su próspera vida. A su marido lo han reclutado para ir al frente. ¡Cómo cambia el cuento de la noche a la mañana!
Paz conoce a las dos mujeres cuyo nombre tiene el mismo significado que el suyo y sabe lo que están sufriendo. Hoy está tomando unas cañas con sus amigos en su bar favorito de Zaragoza. Celebra su cumpleaños, ¡ha llegado al medio siglo de vida! Juan la felicita y pregunta cómo se encuentra. Ella reflexiona sobre su situación: "¿Qué cómo me siento? Valoro lo que tengo. Espero no perderlo. ¡Y brindo porque seamos capaces de seguir viviendo en paz!".