Por
  • Juan Antonio Frago

Variación aragonesa y americana

Variación aragonesa y americana
Variación aragonesa y americana
POL

Inherente a toda lengua histórica es la variación, sin la que no habría evolución y de donde resultan diferencias socioculturales y geográficas, así como el mismo cambio lingüístico, todo decisión de los hablantes, genuinos dueños del idioma. 

Consciente de ello fue Pedro Marcuello, por las "palabras aldeanas" de su ‘Cancionero’ y sus contrastes entre formas aragonesas y castellanas. El zaragozano micer Gonzalo García de Santamaría sabedor era de que para alcanzar una elegante expresión importaba mucho el trato con hablantes distinguidos, y la asidua lectura de sus escritos, en sintonía con Erasmo de Rotterdam. Fue este culto descendiente de conversos quien primeramente identificó la existencia del dialecto andaluz, la mayor diferenciación en el panorama dialectal español, sin que en el pasado aniversario nebrisense haya merecido la menor mención.

El léxico propio de Aragón viajó a América y ha contribuido a enriquecer y dar matices al español que se habla al otro lado del océano

Mientras plenamente pervivió el aragonés, sus diferencias e interferencias con el castellano fueron entre iguales, pero cada vez con mayor intensidad actuantes desde la lengua de Castilla. Cuando la castellanización triunfó, la variación lingüística se hizo interna (‘fenojo’ / ‘hinojo’, ‘rete’ / ‘red’); pero también empezó a darse en relación con el español general: Juan de Valdés hacia 1535 contaba con las palabras aragonesas, junto a otras regionales, especie de juego variacional que magistralmente se plasma en las cartas goyescas. Y el maestro Gonzalo Correas (1625) notaba que los castellanos decían ‘en comiendo’ y los aragoneses ‘en comer’, diferencia que pervive.

Sin embargo, el descubrimiento de América supondría la epifanía de la diversidad dialectal en ultramar, donde todas las variedades diatópicas, antes de marcados límites, se mezclan y funden, asumido lo diverso por unos y otros. Así, en la península aragonés era ‘ababol’ y castellano ‘amapola’, voz esta que pasó al Nuevo Mundo, aunque no para designar allí la flor herbácea, sino la roja de un árbol tropical, la del bolero caribeño "Amapola, lindísima amapola", que también es de color blanco, colores que lucen los amapolos del espectacular jardín botánico de Caracas. Los ‘Discursos’ de Baltasar de Echave, natural de Zumaya, impresos en México el año 1607, advierten de la facilidad con que el castellano asimilaba la novedad, los usos y las costumbres extrañas.

Muchas palabras aragonesas resuenan ahora convertidas en americanismos o voces particulares de algunos países de allá

Nuestro español regional puso sus notas distintivas en el americano, incluso haciendo el topónimo ‘Zaragoza’ nombre común en los dos géneros, con diferentes significados y localizaciones. Las dieciochescas ‘Ordenanzas del Baratillo’ mexicanas registran un ‘combalachar’ (conchavar), idéntico a la misma forma aragonesa, sin nota regional en la Academia, existiendo asimismo la variante ‘combachar’, traída por Lázaro Carreter (1945). Además, el picaresco texto abunda en infinitivos subordinados con ‘-n’, de pluralización del sujeto (por ejemplo, "que procede de ‘tostarsen’ unas más que otras"), uso que se tenía por inexistente en América, que registraba la pluma de nuestro universal pintor y es frecuente en nuestras hablas populares.

En el diccionario académico viene ‘aparatero’ (exagerado) como propio de Álava y de Aragón, también de Bolivia y Chile; ‘culeca’ (clueca) tiene en él nota de aragonés y americano, sin mayor precisión, aunque, sin ser general, se da con gran difusión ultramarina; y el literano ‘empardar’ (empatar) lo refiere a Argentina y Uruguay, si bien igualmente es de uso paraguayo (se desconoce ‘empazar’, corriente en nuestras hablas rurales). No incluye ‘chirajo’ (desgarrón), difundido en Colombia y Centroamérica; tampoco ‘relojear’ (mirar con disimulo), existente en la República Dominicana, Argentina y Uruguay; ni ‘repostear’ (contradecir) y ‘repostero’ (respondón), que se hallan en hablas de El Salvador. La misma ignorancia lexicográfica comparten los aragonesismos ‘zapotazo’ (costalada), con difusión mexicana y centroamericana, y ‘zurrupia’ (mujer arisca y de mala fama), que es en Cuba ‘zurrupio’ (persona insignificante). Aunque este elenco léxico podría ampliarse, basta para comprobar que no todo está dicho del propio de nuestra región, y de sus ecos en el español americano.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión