Subdirector de HERALDO DE ARAGÓN

Me alegro de no saludarle

Momento del encuentro de Irene Montero y Marta Fernández
Momento del encuentro de Irene Montero y Marta Fernández
Oliver Duch

Como en aquel soneto de Quevedo, en este caso no era un hombre a una nariz pegado sino una espalda fundida en dos brazos. Ni aunque le hubiera tendido la mano Churchill después de pronunciar su histórico discurso ‘Lucharemos en las playas’, aquellas manos no tenían ninguna intención de separarse del cuerpo.

A la presidenta de las Cortes, Marta Fernández, le traicionó el Vox que lleva dentro en la recepción a la ministra Irene Montero. Actuó como un ventrílocuo de Abascal en lugar de como segunda autoridad de la Comunidad. En política, siempre gana la sublime educación a la aspereza y el florete a la navaja. Jamás debería olvidarlo, sobre todo después de borrar su estremecedor historial en las redes sociales. En la Aljafería, perdió una gran oportunidad de retratar, probablemente, a la ministra que ha infligido el mayor daño al conjunto de los españoles en toda la democracia con una ley terrible. Pero, en política, las formas son el fondo. Necesita con urgencia que alguien le explique qué es el ‘eirón’ en el teatro griego, el gran disimulador. En la esfera pública, en efecto, falta ironía y sobra banalidad. Se avecina una legislatura áspera en Aragón. Lambán anunció una oposición ‘encarnizada’, pero acaso sería suficiente con que fuera eficaz ante un Gobierno al que deberá exigírsele resultados. El arranque no augura bailes de salón. Ya dijo Montaigne hace cinco siglos que con tantas opiniones vulgares no se podía establecer un camino provechoso en el debate público. Sobra el resabio y falta finura.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Santiago Mendive)

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