Por
  • Octavio Gómez Milián

Las voces de Aragón

Foto de Vistabella
Vistabella
Laura Uranga

La voz de Aragón no debería celebrar el pacto con los que dan un golpe de Estado, ni con los herederos de ETA, aunque sea para que nuestro presidente matemático mantenga los números a su favor. Porque la voz de Aragón puede sumar, pero estará siempre dividida. Y es que hay muchas voces en Aragón. 

La de las maestras aragonesas que, antes de cumplir veinte años, daban clases en Vistabella, 203 habitantes en 1970. Voces que son madres de otras voces, profesores también. Voces que tienen hijos en un pueblo que lleva más de un año sin pediatra, voces que llevaron en pleno agosto a su hijo en un regional sin aire acondicionado, un hijo enfermo en el tren que unía Zaragoza con el pueblo sin pediatra. Un tren que tiene los carteles en la tercera lengua de Aragón. No es que sea una nueva victoria lingüística. Son los restos comprados a Cataluña en los noventa, tan inservibles parece como la Constitución. Por eso cuando alguna de las voces de Aragón aplauda el Estado confederado debería recordar que para que exista debe haber naciones de primera y naciones de segunda. Y como la devoción ciega por el pancatalanismo que existe en alguna de las voces de Aragón puede afectar la perspectiva, que recuerden que Aragón no es una entelequia uniforme. Es un lugar tan heterogéneo como el resto de España. Y tiene voces de maestras, de hijos de maestras, de nietos de maestra sin médico y sin transportes dignos. Y no les gusta que las desprecien. Ni que, traducción y amnistía mediante, conviertan Aragón en un lugar de segunda.

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