Redactor de la sección de Cultura y columnista en HERALDO DE ARAGÓN

Funcionaria funcional

Un anciano en silla de ruedas, en una residencia aragonesa.
Un anciano en silla de ruedas, en una residencia aragonesa.
A. N.

Hay profesiones, muchas, que premian a quienes ejercen los siete pecados capitales. Triste, pero palmario. Uno de los siete es la pereza, del que no nos libramos nadie y que parece el más venial de ellos. La pereza lleva a trabajar con menos eficacia y, por ende, a perjudicar a la ciudadanía cuando se ejerce, ya sea en una tarea de cara al público o desde la soledad de una pantalla en una oficina sin ventilación. Si esa persona perezosa trabaja en la Administración y su puesto no corre peligro, el resultado es la impunidad ante la ineficacia, los malos modos, esos famosos cafés de dos horas y el desdoro para la imagen de sus compañeros. Por eso resulta especialmente agradable toparse con gente que desempeña su función pública con vocación de servicio, amabilidad y entrega, más allá de sus obligaciones directas: así ocurre en Zaragoza con las responsables de Ayuda a la Dependencia en el edificio de la plaza del Pilar. 

Concretamente te hablo a ti, majísima ciudadana a la que visité hace apenas unos días; revisaste todos los papeles con esmero, buscaste una alternativa viable para el único que estaba mal firmado, recomendaste pasos idóneos para garantizar servicios y evitar pasos en falso o problemas futuros, me preguntaste por la salud de mi padre más allá de la mera revisión de categoría y sí, sonreíste, redefiniendo la cara de lunes hasta trocarla en rostro de viernes, el viernes de The Cure y Niños del Brasil. Estoy seguro de que la gente que tienes alrededor en la vida se alegra diariamente de haberte encontrado. Muchísimas gracias.

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