Amado o temido

Uno de los consejos de Maquiavelo a los gobernantes es que es preferible ser temido que amado. De ahí que el pragmatismo de ‘El príncipe’ se convirtiera en el catecismo de históricos dirigentes como Napoleón, Bismarck o Lenin. En la actualidad, es Putin quien mejor encarna la figura del presidente que ha sembrado el miedo con sus cañones, con su arsenal nuclear o ejecutando a sus posibles competidores.

Si se reflexiona sobre lo que el mundo es, y no sobre lo que debe ser, la cruda realidad es que en política, sea una dictadura o una democracia, lo que importa es conseguir y mantener el poder. El político, al igual que el común de los mortales, persigue su propio interés y responde a los incentivos que encuentra en su camino. Ahora, por ejemplo, tanto Núñez Feijóo como Pedro Sánchez se encuentran en la tesitura de ‘comprar’ los apoyos que necesitan para ser investidos presidente del Gobierno.

La cuestión es quién controla al candidato que, con el legítimo deseo de vivir unos añitos en la Moncloa, puede llegar a vender incluso su alma para conseguirlo, como un Fausto contemporáneo. En el caso de Sánchez, ya no tiene contrapesos porque se los ha cargado a todos: acabó con el felipismo, el guerrismo y, según algunos, casi con el PSOE. Muy distinto es el caso de Feijóo. El PP aún está lleno de tiburones. Su antecesor, Pablo Casado, fue devorado en dos dentelladas por Isabel Díaz Ayuso.

A punto de comenzar el curso político, las cartas están sobre la mesa: Sánchez es temido mientras que Feijóo aún aspira a ser amado