Superluna de agosto

Superluna en Zaragoza.
Superluna en Zaragoza.
Javier Cebollada / Efe

El verano transcurre con la persiana medio bajada, a la altura precisa en la que la penumbra nos protege del fuego exterior pero sin acabar de perder el contacto visual con la calle -el espacio público- que parece a punto de ebullición. 

La metáfora hay que agradecérsela por igual al termómetro y al lío político. Encontrar la altura apropiada de una persiana en cada momento se convierte en una pugna inadvertida entre la esfera pública y la privada, y también entre los deberes cotidianos y el solaz estival. Lo de hallar la medida exacta de las cosas hay que rogárselo a la ‘intelijencia’, lo mismo que hacía Juan Ramón Jiménez, con benemérita intención, respecto al nombre exacto de las cosas.

Este es un asunto enjundioso y antiguo. No parece descartable que el espíritu de topógrafo de George Washington, que se formó y ganó fortuna como riguroso agrimensor en su natal Virginia, tuviera algo que ver con el éxito del origen de Estados Unidos. Esa pulcritud en la fijación de la distancia y la perspectiva se contrapone hoy a un Donald Trump desmesurado, es decir, sin medida, como lo es probablemente la realidad genuina de ese país. Pero Trump es también un exponente reconocido de la desmesura de nuestro tiempo, exacerbada por las redes sociales y los medios de comunicación, tensionada sin descanso.

La reacción a ello es un resurgimiento de cierto espiritualismo, de filosofías orientales y tendencias minimalistas -‘menos es más’- que en el fondo tratan de reencontrar esa medida adecuada de las cosas en medio de la quiebra frenética de las distancias, de una globalización que propende al caos.

El verano y el tiempo de descanso deberían ser una oportunidad para recuperar la dimensión adecuada de la vida real. Por desgracia, las inercias -impulsadas, claro, por otros intereses- son poderosas y en el imaginario de nuestra época la desmesura se nos antoja, a menudo falsamente, como señal de plenitud.

Por la noche, cuando el calor cede y en la oscuridad puede volver a subirse la persiana, destaca en el cielo una descomunal y llamativa luna de agosto. Un astro cotidiano que aparece mucho más cercano y cuyo influjo nos perturba porque, secretamente, desbarata todas las distancias.

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