En vuelo

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En vuelo
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Al hacer una transferencia, el dinero parece esfumarse por un tiempo. No está en la cuenta de la que ha salido, ni en la de destino, a la que puede tardar días en llegar. 

Cabe imaginar un limbo algorítmico de unidades monetarias migrantes que esperan ser asignadas a sus nuevas patrias, con el mismo nombre, o bien, aplicado el vigente tipo de cambio, bajo otra identidad, como cuando los euros pasan a ser yenes.

Sin embargo, tal limbo no existe. El dinero nunca deja de estar monitorizado. En cuanto abandona una cuenta, pasa a otra de una entidad intermedia, que lo pone a disposición de los bancos, a fin de que estos actualicen periódicamente sus pagos e ingresos. Como la actualización instantánea es más costosa, si se desea que el dinero llegue de inmediato a su destino, se paga aparte por ello.

Algo semejante sucede cuando se cambia de compañía telefónica. La empresa captadora asigna a su nuevo cliente un número de teléfono provisional, porque el que se desea conservar no es operativo hasta que no pasan unos días, durante los cuales se dice que el proceso, muy informatizado, está ‘en vuelo’.

En todo caso, la interinidad de las máquinas deriva de la humana, de la que la actualidad política ofrece un buen ejemplo. Así, es normal que la orden cursada por la ciudadanía al votar, que pasa por un órgano intermedio, tarde en cumplirse, hasta el punto de que puede ser preciso reiniciar el proceso. Lo que no debería ser normal, en cambio, es que un gobierno, deslegitimado permanentemente, esté ‘en vuelo’ toda una legislatura. Ojalá que no le suceda esto al próximo.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Javier Usoz)

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