Paz por aquí abajo

Paz por aquí abajo
Paz por aquí abajo
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Por suerte no ha pasado nada, que se sepa. De momento todo está en orden, o sea, en desorden. La rutina de que las cosas funcionen: la luz sale por el grifo, ledmente mana el agua por la bombilla, llega a ratos su wifi a los pueblos, amanece la ígnea bola, la gloriosa rutina del camión del gasoil, el butano, ¡Correos!, las furgonas que mantienen irrigada la España vacía que se llena dos o tres días o un mes, las piscinas, gimnasios, bomberos, parquímetros. 

Por suerte no ha pasado nada por aquí cerca… pero ahí arriba, a un tiro de coche, zumban los proyectiles nuevos, diseños aerodinámicos de muerte, avioncitos que buscan solos a sus víctimas a ojo, a pixel, quizá han sido entrenados con fotos nuestras de las primeras comuniones, primeras y últimas playas. A un tiro de coche por las autopistas de Europa caen bombas; misiles tan nuevos que ni tiempo ha habido de bautizarlos matan con la pintura fresca. Y más allá, más cosas.

Por suerte aquí sigue la paz y burbujean las paellas (quizá es lo mismo) y esa sería la noticia si no estuviéramos abrasados de simple calor, bendito calor sin bombas, calor climático que solo mata por sofoco, sed, ansiedades que quizá vienen de otras carencias ausencias doloraciones amargorios chemecos. Sale luz por el grifo, gotea algo de wifi a ratos y el ventilador, invento antiguo, del Modernismo (no lo vaya a prohibir Vox), sigue girando como una idea fija. Apuramos las vidas ilustres, cada cual la suya y las de sus allegados, tintineando como pollitos guasaperos en la eternidad. Que amanecer no sea poco. 

(Puede consultar aquí los artículos escritos en HERALDO por Mariano Gistaín)

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