La precampaña de las elecciones del 23-J se ha caracterizado por la serie de entrevistas concedidas a los medios por los principales candidatos, con especial repercusión en los programas de entretenimiento de las televisiones, no especializados en política, pero que ven una mayoría de espectadores.

Como bien dice Cristina Monge, socióloga, en el diario ‘El País’, sobre las emociones en las campañas, "siempre ha habido un componente emocional, pero ahora en el paradigma de la democracia de audiencia, la comunicación emocional ha cobrado más importancia, casi al punto de hacer desaparecer el contenido". Añade algo que considera clave cuando la emoción que se genere venga de la convicción de una propuesta, y no que sea propaganda sin más. Propaganda, añado yo, como resulta cuando se utiliza un eslogan simplista e impreciso como puede ser el encerrar un todo con la fórmula contra ‘el sanchismo’ o cuando se enarbola el excluyente de ‘Sánchez o España’, como si solo fueran españoles los que voten a Feijóo.

Para el politólogo Orriols, "no se trata de derogar el sanchismo por políticas concretas, sino por lo que representa ese adversario. Cuando se vuelve tan imperioso que ganen los tuyos para que no lo hagan los demás, el resto de cuestiones, como la economía, se diluyen".

Ante este tipo de tácticas, que impiden conocer con precisión las propuestas electorales de cada candidatura, son necesarios los debates para confrontar los programas, única forma de poder acudir a las urnas con el mayor conocimiento de lo que se propone para mejorar la vida de todos los votantes, tal como desean una mayoría de ciudadanos, muchos abstencionistas, como los más 12 millones que renunciaron al voto en las últimas generales

El primer objetivo para el 23-J de los candidatos debería ser lograr una participación histórica, por lo mucho que nos jugamos. Para ello, es imprescindible dejar muy claro que quiere hacer cada candidatura con la economía, los servicios públicos, las pensiones, los impuestos, la violencia de género, la igualdad, el trabajo, el cambio climático, la financiación de las comunidades autónomas, los trasvases, la eutanasia… Esto y todo lo demás es lo que hay que saber para votar con responsabilidad.