Llover, ha llovido

Bob Dylan, en una fotografía tomada en 1962.
Bob Dylan, en una fotografía tomada en 1962.
Cohen/Reuters

Una de las ventajas de publicar es que las abundantes críticas me hacen reconsiderar lo que opino. Así ha sido, una vez más, tras mi columna de la semana pasada sobre la cancelación del concierto de Bob Dylan en la plaza de toros de Huesca, el sábado 17 de junio, a causa de una lluvia que califiqué de "pertinaz e impía".

En primer lugar, de los comentarios recibidos he aprendido que me falta mucho para tener "una visión holística y desinteresada de las cosas", como me dice una lectora, argumentando que "en plena sequía, la lluvia que usted llama impía ha sido una bendición". Claro, en cuanto leí "sequía", empecé a avergonzarme. Con lo que yo me quejo de la gente que solo va a lo suyo.

En segundo término, también se me achaca haber insistido poco en que el recinto elegido, además de inapropiado en estación de tormentas, estaba equipado con césped artificial, que apenas desagua, a lo que sí aludí en aquella columna, y que también, añade un lector, "es un horror cuando hace calor".

Dadas tales carencias, a las que, pese a que se preveía el riesgo, se unió la falta de alternativas, reintegrar el precio de las entradas no basta, sobre todo, respecto al público venido de lejos.

Epílogo: Tengo ‘mal de Dylan’ y hace décadas que leo diariamente información sobre sus conciertos. Los celebrados desde 1995 figuran en una página web de nombre muy al caso: ‘Expectingrain.com’. Siendo desde dicho año más de tres mil actuaciones, la de Huesca fue la decimosexta cancelada. Las quince anteriores, en Japón, se debieron a la pandemia. Y mira que llover, ha llovido.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Javier Usoz)

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